Verdades inciertas: no somos racistas

Uxio Labarta
Uxío Labarta CODEX FLORIAE

OPINIÓN

ADREES LATIF | Reuters

04 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

«Educaos y sabed a quién votáis», así expresó su dolor, y obviamente su esperanza, el hermano de George Floyd en el lugar en que fue asesinado.

En estos tiempos de pandemia, en el siglo XXI, cuesta entender que cuatro policías en Minneapolis contribuyan con su presencia inane a un nuevo acto racista, en el que de forma sádica y obsesiva un blanco, y además policía, mató a Floyd mientras este imploraba -«No puedo respirar»- para que lo dejaran vivir. Un hombre negro muerto en una detención, y un vídeo han sido suficientes para desatar la protesta contra las fuerzas y cuerpos policiales y contra el presidente Trump. Un presidente que no ha hecho nada para confortar y solo reclama más represión, exigiendo la intervención del ejército e imponiéndola allí donde lo puede hacer en solitario, Washington, para despejarle el camino hacia una iglesia y mostrar una biblia. «Más interesado en el poder que en los principios», según palabras de Obama, el presidente negro. En siete noches ese asesinato se ha convertido en una protesta transversal contra el racismo, tan anclado en la ciudadanía estadounidense.

Si uno tropieza con un croquis de Estados Unidos donde se señalan las zonas de conflicto activo, como el publicado por The New York Times, es fácil reconocer la amplitud de la protesta antirracista. Y es fácil saber que no es la capacidad de movilización de los Antifa (repasen La Voz), señalados por Trump como terroristas, un alfa y omega de la protesta. Algo tan difícil de creer como a Vox en España. Cuando ni Trump ni Vox señalan a los supremacistas blancos, que para ellos no son racistas.

Si mantiene la memoria puede recordar otros actos de protesta antirracista: el asesinato de Luther King, y, por su violencia, también los de Los Ángeles en 1992. Donde se encuadra y se inicia La caja negra de Michel Connelly, periodista y escritor: «South Central era una zona de guerra». Y sigue.

Obama condena las acciones de una minoría que pone en riesgo a personas y sus bienes, y a las propias protestas: La violencia «está agravando la destrucción de barrios donde ya tienen escasez de todo, y enfanga la causa mayor». Obama coincide y fortalece la llamada del hermano de Floyd, pidiendo que lo que se reclama en la calle tiene que convertirse en leyes y prácticas institucionales, y para ello es necesario que elijamos a representantes y funcionarios gubernamentales que respondan a lo que deseamos.

En unos EE.UU. que, lejos de erradicar el racismo, sufren periódicas revueltas sociales porque sus instituciones y su sociedad no logran revocar el legado de la esclavitud, Jim Crow, leyes aprobadas entre 1876 y 1965 que defendían la segregación racial en las instituciones públicas. «La discriminación racial proyecta una sombra alargada y forma parte de nuestro ADN, que se transmite», señaló Obama hace cinco años. Pero no somos racistas. Si logramos educarnos y aprendemos a quién votar. Ahora cuando en Europa, para salir adelante, se recuerda a Alexander Hamilton.