El espejo y la pandemia

Eduardo Vázquez Martull LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

Borja Puig / POOL

30 sep 2020 . Actualizado a las 08:56 h.

Preocupación cuando científicos contrastados son los que dimiten pero nunca los políticos aunque se equivoquen constantemente. Se repite el «garrotazo» en el que Goya resumió nuestra historia. Es como un espejo empañado que nos impide ver lo que somos y nuestro cainismo intransigente.

Está claro que algo se está haciendo mal y la imagen como país está desfigurada por múltiples motivos. El primero, no saber priorizar, primera lección de un político que se precie. Diagnosticamos la causa pero no nos ponemos de acuerdo en el tratamiento y no solo no curamos sino que la enfermedad se prolonga y se agrava. Es evidente que no todas las enfermedades son fáciles de tratar y exigen ir a la ciencia. Pero es aquí donde surge el grave problema que estamos padeciendo, la opción política «contaminada» por intereses dudosos quiere indicar el tratamiento que siempre debiera ser el adecuado. El espejo está turbio y dificulta ver la realidad porque mezclamos alternativa técnica con alternativa política. Es comprensible que la política económica movida por un liberalismo extremo no quiera que el estado le cierre el campo de sus ganancias, pero también es lógico que un Estado de derecho debe controlar que nadie quede en la cuneta. ¿Qué es lo prioritario? Es este el nudo del problema. Sin duda la salud por lógica y principios humanitarios ya que sin salud no hay economía. El virus, la enfermedad, no es de derechas ni de izquierdas y las medidas a tomar o el tratamiento no deberían tener ideología si cumplen con lo que dictamina la ciencia. En cualquier tratado de medicina se dice que ante una pandemia como la que padecemos es fundamental un estricto aislamiento.

La economía empezará su recuperación cuando se normalice sanitariamente la situación, nunca antes, pero para llegar a este acuerdo solo se necesita una mesa de trabajo, expertos sanitarios y la política con una pluma para firmar y hacer cumplir lo acordado sin banderas ni folclores. Es primordial imponer una política de Estado que anteponga el bien común a intereses partidistas, para que el espejo no siga empañado y poder superar el cainismo que, peor que un virus, contamina nuestra historia. Solo hay dos opciones, limpiar el espejo, lo más fácil, o romperlo, lo más costoso porque habría que comprar otro y no nos pondríamos de acuerdo en el modelo.