«Tengo un amigo de 22 años que se acaba de suicidar»

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OPINIÓN

30 sep 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Miedo al miedo

El confinamiento y la pandemia están haciendo estragos, pero quiero dar visibilidad a aquellos problemas que empiezan poco a poco en la cabeza de muchas personas, hasta dar paso a emociones, pensamientos y hasta sentimientos negativos. Tengo, o más bien, tenía un amigo con depresión que desgraciadamente se ha suicidado en las pasadas semanas. Y lo que la gente a veces olvida es que las enfermedades mentales también afectan a los jóvenes. Mi amigo acababa de cumplir 22 años, y era una persona amable, deportista y hasta había fundado su propia empresa de complementos, pero esta situación de inestabilidad le afectó de manera negativa. Me he dado cuenta de que los trastornos psicológicos son más comunes de lo que pensamos. A pesar de lo idílicas que puedan parecer las vidas de la gente de nuestro alrededor, no sabemos las batallas con las que luchan: ansiedad, estrés, fobias, inseguridades, traumas, baja autoestima y otros muchos problemas de los que no somos conscientes a simple vista. Entonces he sentido miedo porque en esta sociedad no está bien visto pedir ayuda psicológica, y también he sentido miedo porque precisamente eso es lo que hace que este tipo de situaciones evolucionen hasta un grado tal vez irreversible. Quiero normalizar el sentirse mal, el llorar, el sentirnos solos aunque estemos acompañados, el sentirnos infelices aunque aparentemente lo tengamos todo, el sentirnos vacíos cuando se va una persona que amamos y el sentirnos superados por los problemas de la vida hasta tal punto de bloquearnos y no ver una salida. Estas situaciones son normales, tan solo tenemos que aprender a pedir ayuda. Si notamos que estamos atravesando una situación que nos supera a nivel emocional, debemos acudir al psicólogo. Nos va a entender, porque no somos ni los primeros, ni los últimos en ser infelices. Cualquier problema cuando lo vivimos acompañados se vuelve un poco más ligero. Jamás sintamos vergüenza de pedir ayuda. Soraya Quintela. A Coruña.

  Dolores Delgado y Baltasar Garzón 

¿Qué democracia occidental permitiría que el fiscal general del Estado fuera la pareja de un exjuez condenado por el peor delito que puede cometer un magistrado en el ejercicio de sus funciones, es decir, por prevaricación? ¿Donde están las incompatibilidades por conflictos de intereses, que afectan a todos los funcionarios públicos, y en este caso de forma especial a la fiscala general del Estado cuya misión es velar por el cumplimiento de la ley en su literalidad y sobre todo, en su espíritu? Esto podría relacionarse con el hecho de que Dolores Delgado dejase sin efecto una orden firmada por su antecesora en el cargo, Consuelo Madrigal, en la que se instaba al fiscal jefe de Madrid a oponerse a la tramitación de comisiones rogatorias relacionadas con la causa abierta en Argentina contra el exministro Martin Villa, contraviniendo de esta manera la jurisprudencia del Supremo y apoyando el principio de «justicia universal» defendido por Baltasar Garzón. Y, mientras tanto, la misma fiscala general mantiene bloqueada la petición de la Fiscalía de Bolivia de que testifique Pablo Iglesias por los pagos realizados por Evo Morales a Podemos. J. M. Torre Fouza. Oleiros.

 Una niña de 12 años

Imagínense vivir en una casa en plena naturaleza, a 30 minutos de la capital. Un pequeño huerto, gallinas picoteando libremente, una pareja de perros jugueteando con sus cachorros… ¿Idílico verdad? Ahora piensen en vivir en un pueblo a 5 kilómetros de la carretera general, una zona donde los osos y lobos tienen su hábitat natural. En este entorno vive una niña de 12 años. Muy nerviosa por pasar al instituto. Si quiere estudiar, tiene que levantarse a las 5.30 de la mañana, porque a las 7,30 la recoge el transporte. Pero debe caminar cinco kilómetros para llegar a la carretera general y coger allí el autobús. El autobús no puede llegar hasta la casa, pero la niña sí puede caminar cuando aún es noche cerrada. Qué alguien explique a una niña de 12 años que por alguna razón administrativa no tiene derecho a llegar a su instituto en un transporte habilitado. La otra opción es adelantar el dinero a un taxista local para que la acerque al transporte, y luego ya le concederán una subvención. La gente de los pueblos no necesitamos ayudas, exigimos derechos, los mismos que el resto. Se trata de la educación obligatoria. ¿Pedimos demasiado? Cuando hablan de apoyo al mundo rural, ¿a qué se refieren? Aurelia Villar. Teverga- Asturias.