Secuelas de la pandemia

F.J. Pérez Bello EN LÍNEA

OPINIÓN

CAPOTILLO

23 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La pandemia del covid-19 ha sacado a relucir lo peor de nosotros. Tenemos unos políticos no útiles, una administración ineficaz y unos ciudadanos poco familiarizados con los usos y costumbres de una democracia.

Los políticos actuales son gente más preocupada por la propaganda que por salvar vidas, con la única obsesión de derrotar al rival en vez de al virus. El Gobierno no quiso ver venir la epidemia, ni supo afrontarla a tiempo; nos ha sometido a un confinamiento durísimo, con el peor resultado posible en muertos y la mayor caída de la economía que se recuerda. Ahora, en la segunda fase, se ha quitado de en medio y ha cedido el testigo a las comunidades para seguir dedicándose a la agenda política e ideológica de terminar con el régimen constitucional vigente camino de no se sabe muy bien qué.

Nada hemos aprendido, estamos exactamente igual que hace seis meses, pero con 50.000 muertos. Personas que, por desgracia, ya no volverán. Y también estamos al albur de lo que el azar determine: dependemos por entero de la suerte. No nos preparamos para lo que sabemos que va a venir, luego titubeamos a la hora de tomar medidas y por último, echamos la culpa al vecino.

La Administración ha desaparecido casi por completo. Los hechos son tozudos. Cualquier trámite, por nimio que parezca, se convierte en una tarea hercúlea, que hay que afrontar con un termo calentito de tila. Tampoco los ciudadanos de a pie salimos muy bien parados. Somos capaces de pensar una cosa y la contraria sin ruborizarnos por ello, todo con tal de que la razón sea del partido al que hemos votado. Aceptamos un confinamiento severo y ahora nos quejamos amargamente cuando las medidas son mucho más suaves.

En la economía sucede lo mismo que con las medidas sanitarias: la eliminación de la libertad económica a cambio del protagonismo absoluto del Estado ha traído la ruina más absoluta. Pero eso no parece importar a nadie. Lo primordial es promulgar la Ley de Memoria Democrática, blanquear a ETA, promover el separatismo, manejar a su antojo el poder judicial, atacar al rey, en definitiva, avanzar hacia una republiqueta (González dixit) con Dios sabe qué consecuencias. Estamos en el precipicio. El problema es que no nos hemos caído en él, nos hemos tirado inducidos por unos políticos incompetentes; pero nos hemos tirado voluntariamente. Conviene recordarlo.