Trump y su positivo: la oportunidad perdida

Jaime González Ocaña EN VIVO

OPINIÓN

TOM BRENNER

23 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

A días de las elecciones, la situación electoral de Trump es delicada. Las encuestas lo sitúan un 10 % por detrás de Biden, quien se calcula necesita una ventaja de 8 puntos en el agregado nacional para compensar la desventaja estructural del colegio electoral, y así evitar que le pase lo que pasó a Hillary Clinton: ganar el voto popular por casi tres millones de votos, pero perder la presidencia.

Tras el episodio de su contagio, las proyecciones de Trump han empeorado en todos los estados clave que pueden hacer pivotar la elección, los llamados «campos de batalla» o battleground states. Biden aventajaría a Trump por una media de 6 puntos en Michigan, Wisconsin y Pensilvania, tres estados que Trump ganó en el 2016. Iría también por delante en Carolina del Norte (+2), Arizona (+3) y, sobre todo, Florida (+4), estados que Trump tiene que ganar sí o sí.

Tan importante como la presidencia es la posibilidad real de que los demócratas ganen control del Senado. Esto constituiría un varapalo a las aspiraciones legislativas republicanas. El decorado puede cambiar, pero algunos sugieren una debacle electoral republicana el 3 de noviembre. El posible nombramiento de un nuevo juez conservador en la Corte Suprema, Amy Coney Barrett (se votó esta pasada madrugada), el tercero de la era Trump, es la noticia más esperanzadora hoy por hoy para la derecha.

El rocambolesco episodio del positivo de Trump ha agudizado su falta de credibilidad y ejemplificado su nefasta gestión del coronavirus. La obsesión del presidente por proyectar una imagen de fortaleza y poder le puede haber jugado una mala pasada. En vez de mostrar solidaridad y empatía con un país acosado por el covid-19, reaccionó (como siempre) con antagonismo e hipérbole.

Cuando millares de americanos han perdido a seres queridos víctimas del virus (casi 8 millones de contagios, 215.000 muertos y subiendo), Trump minimizó los efectos de la enfermedad: «No tengáis miedo … Me siento mejor que hace 20 años».

Cuando millares de americanos se ven abocados a estrecheces económicas y preocupaciones sanitarias, al presidente lo trataron con un cóctel de medicamentos experimentales de precios desorbitantes, y fuera del alcance del ciudadano medio, que ahora ha prometido que va a «hacer llegar a todos los hospitales del país, gratis, por medio del ejército».

Cuando se nos pide a todos responsabilidad, y restricción de movimientos en el contexto de trabajo y escuelas, el presidente ignoró precauciones y volvió a la vida pública en cuestión de días, convirtiendo la Casa Blanca en foco de contagios (hubo al menos una treintena de positivos entre personal, consejeros, periodistas, cuerpo de seguridad, Melania…)

En vez de decir algo como «me solidarizo con vuestro sufrimiento, y me entristece que no todos se puedan recuperar como yo», Trump proyectó arrogancia e imprudencia: se ofuscó en tratar su contagio como un juego de niños, perdiendo así una oportunidad de recuperar el apoyo emocional de los votantes, del que tan necesitado está.