El covid y el despilfarro público

Francisco Javier Pérez Bello, Presidente de la Federación de Autónomos de Galicia TRIBUNA

OPINIÓN

R.Rubio.POOL

21 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El virus chino ha puesto de manifiesto todas nuestras ineficiencias como país. El error parte de la Constitución, que, si bien establece que los parlamentarios no están sujetos al voto imperativo, se incumple lastimosamente, dando lugar al bochornoso espectáculo de contemplar al portavoz de turno levantando un dedo en señal de lo que todos los afines han de votar. De ahí deriva el enorme poder de los partidos, cuya maquinaria burocrática nos ahoga. Los partidos políticos tienen en conjunto, en España, unos 145.000 empleados, los mismos que Iberdrola, Endesa y Repsol juntos.

La oligarquía de los partidos usurpa hasta la soberanía. La consagración de las listas cerradas, la disciplina de voto en todos los parlamentos y la inviabilidad para concurrir a elecciones con organizaciones que no sean partidos han relegado a los españoles a una democracia minimalista que solo se ejerce eligiendo un logo de un partido periódicamente, y donde todo se supedita al capricho del líder, que se reserva la competencia última de modificar las listas electorales.

Tenemos varios niveles de Administración, europea, la del Estado, autonómica, local, más la Administración paralela (empresas públicas, etcétera). El gasto público del Estado se acerca a los 600.000 millones de euros, de los cuales el Estado central gasta unos 325.000 millones; las comunidades autónomas, 204.000 millones, y las diputaciones y ayuntamientos unos 63.000 millones de euros.

En España hay 2.700.000 personas cobrando un sueldo del Estado, más los casi 10 millones de personas que perciben una pensión, más otros 4 o 5 millones de personas que cobran alguna prestación o subsidio por desempleo y otro tipo de ayudas públicas, hasta alcanzar la cifra de cerca de 18 millones de personas.

En el otro lado estaría el sector privado, que componen los trabajadores de empresas privadas, más los empresarios y Autónomos, en total unos 16 millones de personas, siendo generosos. No se puede sostener.

La única solución sería aplicar en lo público políticas basadas en las mejores prácticas, que le permitan ser eficientes, tal como se hace en el sector privado. Para ello hace falta valor y determinación. Si lo hiciésemos, ahorraríamos miles de millones de euros que se podrían dedicar, por ejemplo, a reforzar el sistema sanitario, la educación o la investigación, que tanto echamos de menos en esta época oscura.

Las razones para que España necesite mucha más ayuda que otros países de nuestro entorno no empezaron con la pandemia. Las razones reales son dos: una clase política incapaz e indolente que concentra sus esfuerzos en hacer de plañideras, pelear y disfrutar por conservar sus privilegios; y una élite social, inteligente, bien formada y bastante poderosa, que no ha dudado en renunciar a sus principios y hacer el juego a los políticos, sin importarle sus compatriotas.

Tomemos nota, aprendamos y actuemos.