El pósit y la política

Pedro Armas
Pedro Armas PROFESOR DE LA UDC

OPINIÓN

Juan Carlos Hidalgo

04 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Al presidente del Gobierno y el jefe de la oposición apenas hablan en persona. Sánchez y Casado, para dirigirse uno al otro, prefieren el tuiteo al diálogo. Parece que quieren que se enteren los demás. Podrían cartearse pero, cuando alguien manda una carta personal, con su encabezamiento, cuerpo, saludo, despedida, fecha y firma, lo suele hacer a un destinatario de confianza. No es el caso, desconfían uno del otro.

En tiempo de guasaps, ya nadie envía cartas escritas a pluma y en sobre lacrado. Si uno se sienta hoy a escribir una carta, lo hace para transmitir intenciones sinceras, porque aprecia al destinatario. El emisor no solo traslada al receptor argumentos, también sentimientos; intenta que no solo le entienda, sino que le conozca mejor; evita las frases amenazantes, molestas o negativas. Sánchez y Casado no se escriben cartas, ni siquiera emails. No escriben el uno para el otro, sino para los suyos. No se trata de intercomunicación, sino de propaganda. A ambos convendría un repaso de las Cartas filosóficas de Voltaire, esas en las que defendía la tolerancia como condición para la convivencia.

Si al menos, en vez de mandarse tuits por las redes, se dejasen pósits en la nevera, ahora no estarían dando esa imagen de líderes incomunicados e incomprendidos. El género del pósit exige, además de capacidad de comprensión y de síntesis, confianza mutua. Exige también una nevera, pues nadie deja un pósit en la lavadora o en el microondas. El lugar del pósit es la nevera. En este caso, la nevera del Estado, que por cierto conviene rellenar.

Podrían dejarse pósits del estilo: «A ver si mañana quedamos para lo del poder judicial» o «Bajo a manifestarme contra la ley trans y, ya si eso, subo el pan». A fuerza de dejarse pósits, algún día coincidirían en el momento de la pegada, prepararían juntos un piscolabis y acabarían hablando, como hacen los que comparten nevera, sobre lo bueno del pan de pueblo y lo malo del pueblo sin pan, que es lo que importa.