Loa y miseria del multipartidismo

OPINIÓN

Pau Venteo | Europa Press

25 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya es hora de que el título «magno», reservado hasta hoy para hombres que fueron reyes (Alejandro Magno), papas (León Magno), emperadores (Carlomagno), obispos y químicos (Alberto Magno), Médicis (Lorenzo el Magnífico) y sultanes (Solimán el Magnífico), se aplique a las mujeres. Por eso quiero iniciar el feminismo titulativo con Yolanda la Magna, la primera política de España, y quinta de Alemania, que se atrevió a profetizar y liderar la muerte del bipartidismo.

El mérito de Díaz no estriba en una ocurrencia que cualquiera puede tener, sino en que, militando en el PCE, cuyo ideal es la dictadura del proletariado de partido único, asume la contradicción dialéctica de redimirnos del bipartidismo corrupto con dos soluciones optativas: darle al comunismo las cuarenta cartas de la baraja, o repartirlas todas entre el multipartidismo creativo.

Yolanda la Magna sabe que el bipartidismo perfecto no existe, porque siempre hay una bisagra puñetera que viene a chantajearlo y llenarlo de impurezas. Pero no debe saber que el multipartidismo perfecto tampoco existe, porque ese ideal exigiría que el sistema tuviese tantos partidos como diputados. Y todos sabemos que, situados en la era LGTBIQ, nadie puede evitar que dos señorías (lenguaje inclusivo) se enamoren y acaben formando un partido de dos, cosa que rompería el hechizo del multipartidismo puro, al dejar el Congreso en 350 diputados y solo 349 partidos.

También ignora la señora Díaz, por falta de experiencia, que cuando el multipartidismo inicia su andadura, y monta el guirigay, surgen los pactos destinados a «gobernar para la gente», y se crean bloques que «por su misma mismidad», diría Zubiri, tienden a reducirse a dos: los buenos y los malos. Por eso los parlamentos fragmentados se hacen nebulosos en el centro y nítidos por los extremos. Y eso es lo que pasa aquí: que todos los que gobiernan por la izquierda marcan el paso de ERC, UP y Bildu, y todos los llamados a gobernar por la derecha quedan tiznados por Vox. Y por esta magia, que nadie entiende, regresa el bipartidismo, en el que ya estamos, pero en versión —diría Sartori— no gobernante e ingobernable.

Si quieren un experimento real miren hacia los chilenos, que tras varios años de bipartidismo imperfecto, que les sometía al suplicio de escoger entre un presidente socialista, como Bachelet, o un democristiano, como Piñera, fueron liberados por un multipartidismo nutrido de populistas, comunistas, indigenistas, neoliberales, pinochetistas y xenófobos. Por eso, en diciembre votarán por bloques que, reconducidos al bipartidismo por el inevitable balotaje, les permiten elegir presidente entre el candidato ultraconservador José A. Kast y el izquierdista radical Gabriel Boric. Es decir, que, además de elegir presidente, tendrán que elegir país, mientras acaban de redactar su Constitución popular-indigenista. Porque así se disfrutan los beneficios de haber confundido el multipartidismo con el pluralismo. Un error garrafal, que hoy se pasea por España.