Europa enseña sus debilidades

OPINIÓN

MURAT CETINMUHURDAR / PPO | REUTERS

19 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Si hablásemos con propiedad, dejaríamos el nombre de Europa para un pequeño y complejo continente que se extiende desde los Urales a Finisterre y desde Sicilia al Cabo Norte. Pero, desde hace mucho tiempo, el uso vulgar y práctico de la palabra Europa pasó a significar, según el contexto, la Unión Europea, los países del euro, la Alianza Atlántica y la cultura occidental. Y es ese uso tan flexible, generado por los diversos procesos de unión y cooperación que intentan hacer una «Europa» más fuerte, más institucional y más segura, el que nos sorprende, día sí día no, con fallos sistémicos que nos dan la penosa sensación de pertenecer a una estructura política mal ordenada.

A este tipo de debilidades pertenecen los tres ejemplos que siguen. La UE se gobierna, en los asuntos capitales, por la regla de la unanimidad, que, si bien pudo tener sentido durante las tres décadas posteriores al Tratado de Roma, constituye hoy una excentricidad innecesaria que nos sumerge en un ambiente de presiones, ineficiencia y chalaneos. En la cuestión monetaria —segundo ejemplo— ya se acepta la UE a tres velocidades: la que está en el euro e intenta unificar, con enormes dificultades, sus políticas fiscales y monetarias; la que aún no entró en el euro —por no cumplir los requisitos— y se considera gravemente marginada; y los listillos que, como Suecia (miembro de la UE), o como Noruega y Suiza (en posiciones preferenciales), comen a dos carrillos: con moneda propia para hacer sus enjuagues, y con sus monedas enganchadas al euro para mantener la parte que les conviene del espacio económico común. Y el tercer ejemplo sale de las políticas de inmigración, los acuerdos bilaterales internos que excepcionan el espacio común, las incomprensibles políticas energéticas, y la pertenencia por separado a los clubes de ricos (el G7 y cosas así) que les sirven para ignorar o condicionar las políticas comunes y preñar la gobernabilidad de la UE de reticencias, desconfianzas y —¡otra vez!— inoperancia.

Y ahora acabamos de enterarnos de la última, que, por estar tan mal aliñada, parece que va de otra cosa. Se trata de la OTAN, que, concebida para controlar y defender el territorio de la actual UE, que siempre fue el más problemático del mundo, se nos presenta con estas tres incongruencias: nos tapa las carencias institucionales, al permitirnos vivir sin diplomacia ni defensa propia; está organizada de tal manera que en realidad depende —¡gracias a Dios!— de los Estados Unidos; y, para que nada falte, funciona también por la regla de la unanimidad, por lo que incluso en estos tiempos calientes y peligrosos, cuando la necesidad y el miedo han despertado a los rancios pacifistas de Finlandia y Suecia, dependemos de la unanimidad y todo el tinglado y toda la verborrea pueden quedar condicionados a un díscolo —Turquía, sin ir más lejos— que exija un favor o un privilegio a cambio de su lealtad.

Menos mal que Eurovisión pasó a ser Tribuvisión, y aún se puede ganar sin unanimidad.