La salud institucional y la doble moral de los políticos

Francisco Espiñeira Fandiño
Francisco Espiñeira SIN COBERTURA

OPINIÓN

El presidente Pedro Sánchez, en la sesión de control al Gobierno celebrada este miércoles en el Congreso
El presidente Pedro Sánchez, en la sesión de control al Gobierno celebrada este miércoles en el Congreso JUAN CARLOS HIDALGO | EFE

19 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada sesión de control al Gobierno se ha convertido en un esperpento inútil en el que los argumentos se repiten con la insistencia de una mala digestión, Pedro Sánchez discute con un holograma, Alberto Núñez Feijoo, que no se encuentra en el hemiciclo. Y también contra una pesada hemeroteca que le recuerda cada una de sus contradicciones. Por eso, sorprende ver al PSOE reprochando al PP su corrupción (cierta y acreditada en los tribunales) en la misma semana en la que dos expresidentes del PSOE han pasado por el Supremo para intentar esquivar la condena a cárcel que pesa sus cabezas (también cierta y acreditada por las primeras sentencias de los ERE). O ver al presidente cuestionar el espionaje de Villarejo y las cloacas del Estado mientras a su puerta llaman sus socios indignados por Pegasus. Por no hablar del escándalo de Perote y las grabaciones al emérito o a Txiki Benegas mientras despotricaba contra Felipe González, entonces bautizado como el «one».

Los debates de los miércoles se han convertido en un gran plató en el que cada partido va a hablar de su libro, reprender al contrario y librarse de cualquier atisbo de culpa. La gestión queda para otra legislatura y poco importa tener que renunciar a principios, se supone que fundamentales, con el fin de salvar cualquier votación intrascendente.

El mercadeo de votos en el Congreso alcanza extremos grotescos en el que los minoritarios son capaces de obtener concesiones inimaginables —a veces peregrinas, también es cierto— por un sí o un no en materias que no hacen más que generar controversia política y que alejan a los electores de sus teóricos representantes.

Así, si Franco sirvió de cortina de humo durante los primeros años del mandato de Sánchez, ahora le toca el turno a la ley del aborto —que tardará aún un año en votarse en el Congreso— o a cualquier otra de las batallas culturales que Unidas Podemos ha logrado imponer al PSOE con la excusa de mantener en pie la coalición.

Con 18 meses de legislatura por delante, España tiene un montón de problemas llamando a la puerta. Los datos económicos son alarmantes y la subida de tipos de interés que espera a la vuelta de la esquina amenaza con golpear la endeble, casi inexistente, recuperación. El uso de datos sesgados, la negación de la validez de los parámetros de medida internacional y el uso de nuevas estadísticas no camufla la realidad. Nuestra política, y nuestros políticos, están en una crisis de ideas y de talento que no hace más que aumentar la desidia de los votantes. La doble moral —si lo hacen los míos está bien, si lo hacen los otros está mal— debilita nuestra democracia. Casi tanto como darle las gracias a Bildu por sus votos.