La inflación corresponde a una situación de alza generalizada y sostenida de los precios de los bienes y de los servicios. Significa un descenso del poder de compra o de la capacidad adquisitiva de la moneda. Esto es, con el mismo dinero, se pueden adquirir menos cosas.
La inflación proviene de varias situaciones. La primera es la inflación de costes. Se produce cuando los precios de las materias primas se disparan. Al representar un peso elevado en los costes de producción dichos aumentos se trasladan a los precios de los bienes finales. Si los salarios están indexados por la inflación, el alza de los precios repercute automáticamente sobre aquellos, retroalimentándolos y entrando en un círculo vicioso. La segunda es la inflación por demanda. Se produce cuando la demanda de bienes y servicios se acrecienta más que la oferta, no llegando a ajustarse ni logrando un equilibrio, por lo que el proceso de alza de precios proseguirá. Esta situación es típica de aquellas economías que salen de una fase de débil crecimiento o de una recesión.
La tercera es la inflación importada. Se produce cuando la tasa de cambio de una moneda se deprecia en relación al dólar o a otras divisas importantes. De esa manera, el coste de los productos importados aumenta. Dicha alza en el coste de las importaciones repercute en todos los sectores económicos y afecta a los consumos domésticos al igual que a las empresas. Finalmente, la cuarta es la inflación provocada por un exceso de creación monetaria. Es debido a que el stock de moneda circulante es muy elevado en relación a la cantidad de bienes y servicios ofertados en la economía. Sucede cuando los bancos centrales (comprando deudas públicas) o los bancos comerciales (concediendo créditos) incrementan la masa monetaria en circulación.
Hoy debatimos los orígenes del aumento de los precios. Empieza por una demanda agregada excesiva (derivada de las políticas monetarias, crediticias y fiscales que fueron muy laxas) y por los shocks de ofertas negativos (causada por el confinamiento del covid, cuellos de botella y ruptura en las cadenas de suministro, ofertas laborales reducidas, impactos de la guerra en lo tocante a los precios de las materias primas y las políticas covid en China). Esto es, factores de demanda y de oferta combinados; predominando, en esta última fase, los de oferta.
Mirando al futuro, dichos factores de oferta son decisivos ya que es posible una estanflación. Necesitamos implementar políticas de aterrizaje suave, ajustando la periodificación de las ayudas públicas y las subidas parciales de los tipos de interés. El objetivo principal es evitar una recesión y un sobrecalentamiento económico (cuando la inflación está muy por encima del crecimiento potencial de la economía).
Frente a estos shocks económicos los ciudadanos responden de manera desigual. Keynes advirtió de los animals spirits; es decir, comportamientos erráticos que buscan encontrar nichos de oportunidad, practicar actuaciones a contracorriente o atacando a las políticas oficiales. Por eso, se constata una falta de unanimidad en las políticas económicas a seguir, una fuerte presión de los lobis y un comportamiento nada rígido de las comisiones de regulación y de defensa de la competencia.
Ahora se acepta que la inflación es transitoria, aunque preocupante. Se pronostica una inflación alta y persistente para los próximos meses. La cuestión es cómo manejar lo impredecible. Nos preguntamos cómo y dónde concentrar los esfuerzos. A mi juicio, existen dos líneas de actuación. La primera, adoptando agendas de reformas regulatorias e impositivas por el lado de la oferta (control del gasto y reducción del déficit; y control y ajuste de los beneficios «caídos del cielo»). La segunda, adoptando acciones en favor de la protección económica a empresas, autónomos y trabajadores; y, al mismo tiempo, definir un colchón de seguridad para las personas con problemas, en la medida que la inflación no deja de ser un impuesto, ya que recorta la capacidad adquisitiva.
En suma, evitar que la inflación no implique un impulso recesivo; que no genere una fragmentación económica-social-territorial; y que su capacidad de transmisión no impida los efectos positivos de las políticas económicas. No es tarea fácil, pero sí un desafío inminente que requiere de pactos, acuerdos y compromisos tanto políticos como de los agentes económicos y sociales.