La conspiración de los «chemtrails»

Xavier Fonseca Blanco
Xavier Fonseca HISTORIAS DEL TIEMPO

OPINIÓN

María Pedreda

07 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando informas sobre el tiempo en Galicia hay dos realidades que son el pan de cada día, las críticas a las previsiones y los comentarios negacionistas. Sirva este artículo para responder a los segundos. La pandemia del covid-19 demostró que en disciplina aprobamos con sobresaliente, pero en cultura científica suspendemos. Carl Sagan ya apuntó en su día la paradoja del momento actual cuando dijo «vivimos en un mundo cada vez más científico en el que la gente sabe cada vez menos sobre ciencia».

Una encuesta sobre conocimiento del cambio climático realizada entre 600 estudiantes de ciencias y letras de las tres universidades gallegas reveló que la mitad de los encuestados creen que el efecto invernadero es una creación humana y no un proceso natural que explica que la Tierra sea habitable. Si hay tantos jóvenes formados que piensan así, todo lo demás me parece normal.

El movimiento que niega el cambio climático tiene más de ideología que de lógica. Y ahí poco se puede hacer. Pretender que una persona cambie de opinión es como tratar de poner puertas al mar. Ya lo explicó muy bien Christopher Nolan en el largometraje Origen.

Lo que se puede y debe hacer es rebatir cada argumento. A ver. Sí, es perfectamente compatible no saber qué tiempo hará mañana con anticipar las condiciones para el 2050. Básicamente porque estamos hablando de dos conceptos diferentes: tiempo y clima. Si consigue asimilar esta diferencia, entenderá de qué va la crisis climática. Y sobre el origen, natural o humano, por favor compruebe el impacto que han tenido las variaciones de los gases en la atmósfera a lo largo la historia de la Tierra. A más dióxido de carbono, mayor efecto invernadero y más temperatura.

El movimiento negacionista del cambio climático incluso ha conseguido engendrar otro, el de los chemtrails que asegura que las estelas de los aviones son los únicos responsables de que el clima esté cambiando. Sus defensores están tan desesperados que hacen malas interpretaciones de artículos publicados por instituciones científicas. Si la Aemet sostiene en un artículo que «en la actualidad más de 50 países llevan a cabo actividades sobre modificación artificial del tiempo», no está diciendo que los aviones que sobrevuelan el cielo estén liberando sustancias químicas para modificar el clima. Hoy hay muchas aplicaciones que permiten conocer el tipo de aparato y el trayecto que está realizando cada uno que pasa por Galicia. Si lo que defiende esta tesis fuera cierto, no es que vivamos engañados, es que viviríamos en Matrix. La Aemet habla de una técnica antigua y conocida que se basa en sembrar ciertas nubes con yoduro de plata para que las gotas aumenten de tamaño y precipiten. Solo puede hacerse con algunas, jamás sería posible con un frente o un huracán. 

Las estelas que dejan los aviones son simples cirros y se forman cuando el aire caliente que sale del aparato se enfría y condensa al entrar en contacto con las capas altas de la atmósfera. El proceso se asemeja al de la respiración en invierno. Esto un hecho, no un asunto opinable.Y más que un método para alterar el clima y favorecer el turismo, permiten anticipar las condiciones atmosféricas para las siguientes horas. Si son densas informan de que hay mucha humedad concentrada en las capas altas de la atmósfera y que un frente cálido se está acercando.

También, como cualquier nube, influyen en la temperatura. Por el día rebotan la radiación solar y favorecen que desciendan y por la noche actúan justo al contrario, atrapando el calor que emite el planeta hacia el espacio exterior y permitiendo que suban los termómetros. El efecto que pueden tener las estelas sobre la temperatura siempre ha sido difícil de cuantificar, pero el 11 de septiembre del 2001, después de los atentados de las torres gemelas se pudo comprobar. Durante varios días estuvo suspendida la navegación aérea en Estados Unidos. No se formó ninguna estela y además coincidió con una situación anticiclónica, de cielo despejado. Los científicos pudieron medir el rango diario de temperatura y descubrieron que era un fenómeno que sí tenía influencia. Esos días se registraron valores térmicos algo más elevados. 

Por cierto, esta teoría ya obtuvo respuesta en el 2016, cuando la Universidad de California publicó una investigación en la que consultó a 77 expertos mundiales de la atmósfera. Todos negaron la supuesta conspiración.