La suerte ya está echada. Pasaron las elecciones y los resultados han contentado a unos y entristecido a otros. Es lo que hay. Mirando la vista atrás, nadie se puede quejar. Los partidos políticos y la mayoría de sus candidatos han insistido en polarizar la realidad. Esto es, extremar sus discursos y argumentaciones hasta límites insospechados, superando aquello que algunos denominaban líneas rojas. Han buscado el enfrentamiento continuo de sus posturas hasta exacerbar la rivalidad al máximo nivel. Y sus discursos tuvieron como base la desvirtuación de la realidad, puesto que deseaban reafirmarse en su relato imaginario.
Haciendo un balance y extrayendo consecuencias, se ha comprobado la falta de realismo y de sensatez. Por eso han prevalecido los ataques personales, se ha insistido en los aspectos negativos y apenas se mencionaron proposiciones en positivo. También, en segundo lugar, hemos constatado la ausencia de compromisos y, sobre todo, la defensa de ideas y de valores. Esto es, se habló mucho y mal del contrario y de los adversarios, más de lo que se deseaba hacer. Dicha dinámica nos subraya, como tercer rasgo, que muchos de los candidatos y formaciones políticas no estaban sensibilizados por los problemas que verdaderamente preocupaban a sus vecinos, sino que su objetivo principal radicaba en atacar al adversario.
Me ha llamado la atención la casi ausencia de proyectos de futuro y la definición de algún compromiso firme y taxativo. Ahora, que hay que conformar los gobiernos locales y autonómicos, tendremos la oportunidad de saber, a ciencia cierta, cuál es el verdadero programa que se va a llevar a cabo. Por último, otra de las características más sobresalientes de esta campaña electoral fue la de evitar apostar por acuerdos de colaboración entre las distintas formaciones políticas que se presentaban, sabiendo que algunas de ellas nunca llegarían a gobernar en solitario. O sea, ha primado la competencia y rivalidad frente a la cooperación y el acuerdo.
Dejo para el final dos cuestiones básicas: escasearon las explicaciones sobre los retos del futuro y fueron muy pocos los candidatos que han defendido y profundizado sobre la democracia y la rendición de cuentas. Ahora, de cara a las próximas elecciones generales, sabemos lo que hay que exigir a los candidatos: humildad, sensatez y claridad. Los votantes siempre tienen la razón y a ellos hay que dirigirse continuamente, no solo en las campañas.