La vacuna del herpes y mis 85 años

Cartas al director
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OPINIÓN

CAPOTILLO

09 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La vacuna no me la ponen y tengo 85

Soy una mujer de 85 años. Nunca me importó cumplir y celebrar mis años, pero llegados estos 85, todo empieza a ser distinto. El mundo en el que me está tocando vivir, tanto a nivel tecnológico como social, nos aísla aún siendo personas que nos vamos defendiendo con los avances puestos en nuestras manos; pero cuando no sabemos o nos cuesta aprender algo, nos lo achacan a la edad aunque estemos bien psicológicamente. En el médico nos hablan como a niños pequeños, y lo peor es que si nos duele algo la culpable es la edad.

Mi rabia estalló cuando se empezó a distribuir una vacuna que salió para el herpes. Voy toda contenta a mi médico de cabecera y me dice que por mi edad, el Sergas no me la financia. Él me la puede recetar pero la tengo que comprar yo. La vacuna se financia hasta los 80 años. ¿Qué nos queda a los de 85 años en adelante? Supongo que aguantar el dolor, soportar que el sistema nos aísle, etcétera, etcétera. Pero, atentos, que estos que ahora se creen jóvenes llegarán —si no mueren antes— a los 85 o más años, y entonces se acordarán de lo vivido por personas como yo.. Pura Pereira.

ITV e inicio de curso

Soy maestra de Primaria desde hace 27 años, tantos como llevo conduciendo. Disfruto con mi profesión y cada curso tengo una luz nueva para encararlo. Este año la luz me ha venido al pasar la ITV de mi coche en agosto. Al comenzar la revisión me puse nerviosa y el técnico, amablemente, se puso en mi lugar y me ayudó a pasar la primera fase. Llegando al foso, le pedí a otro operario que condujese el coche pues siempre tengo el pánico absurdo de caer en él. Nuevamente y con gran amabilidad me condujo.

Tras toda la operación me comunicaron que había pasado la ITV. Este hecho me hizo ver la importancia de la empatía, entender el bloqueo en mis alumnos, guiarles cuando creen caer en un foso aunque a nosotros nos parezca absurdo su miedo. Y todo con sonrisa y amabilidad.

Los maestros tenemos que ser faros, luz para nuestros alumnos. Guiarlos con cariño y desbloquearlos pues muchas veces algo impide que todo su potencial salga a flote. Dios quiera que sepa ayudarles y despertar en ellos el ansia de aprender, el deseo de ayudar y de ser cada día mejores personas. ¡Buen inicio de curso! Beatriz Prieto Acuña.