Abrazando el futuro hoy: la celulosa soluble de quinta generación

João Cordeiro DIRECTOR EN AFRY MANAGEMENT CONSULTING

OPINIÓN

10 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La demanda mundial de fibras textiles supera hoy los 120 millones de toneladas y las fibras sintéticas (poliéster, acrílicos, nylon, etcétera) ya representan más del 65 % del total. Y, al ser derivadas del petróleo, no son biodegradables. El reciclaje de productos textiles hoy es mínimo y, cuando esas fibras se desechan, permanecen en el medio durante décadas, lo que ocasiona serios problemas ambientales como la acumulación de microplásticos en entornos marinos. En este contexto de desafíos tecnológicos y económicos aparece la celulosa soluble como alternativa para minimizar el impacto ambiental: las fibras textiles celulósicas, como el lyocell o la viscosa, son tanto biodegradables como reciclables.

A diferencia de las celulosas tradicionales utilizadas para la fabricación de papel, la celulosa soluble contiene fibra celulósica prácticamente pura. En su proceso de producción, los otros componentes de la madera, como la lignina y las hemicelulosas, se separan y se utilizan para la producción de químicos renovables y bioenergía. Por tanto, existen diferencias fundamentales entre los dos procesos, atendiendo a variables como el consumo de madera, de agua o de energía.

La evolución del proceso de producción de celulosa pasa por varias generaciones tecnológicas. En el siglo XVI aparecen los primeros procesos químicos (1G) para la producción de celulosa, que entonces requerían elevadas cantidades de energía externa. La segunda generación llegó en la década de 1950 con el desarrollo del proceso Kraft, donde parte de la energía contenida en la madera se aprovechaba en procesos industriales. La generación 3G apareció en los años 80 con la mejora del proceso Kraft y las primeras fábricas autosuficientes energéticamente. La cuarta, en los años 2000, trajo fábricas con capacidad para exportar energía renovable a la red.

Hoy entramos en la quinta generación de procesos industriales de producción de celulosa: estas nuevas fábricas están diseñadas para producir y vender energía renovable, pero también para utilizar de forma aún más eficiente todos los residuos industriales, transformándolos en nuevos materiales, productos químicos y combustibles que puedan sustituir a los de origen fósil, de forma reciclable y biodegradable. Las fábricas actuales consumen mucha menos agua que las antiguas, son más eficientes energéticamente y utilizan gran parte de los desechos industriales, reduciendo sustancialmente los impactos negativos sobre el medio ambiente. Además, las fábricas 5G están empezando a considerar el uso futuro de dióxido de carbono biogénico como materia prima para productos innovadores, como los llamados «e-fuels», para combustible de aviones o buques.

La evolución tecnológica continúa, de ahí la importancia de invertir hoy en fábricas que adopten nuevos conceptos, minimizando el impacto ambiental y funcionando como plataformas de innovación. Además, la modernización de este sector trae consigo grandes beneficios socioeconómicos, ya que crea empleo, aumenta la renta regional y genera conocimiento nuevo.

El futuro de la industria textil y la mejora de sus estándares de sostenibilidad están directamente ligados al desarrollo sostenible de estas modernas, limpias y eficientes plantas de pulpa. Esto empieza a ser una realidad en países europeos como Finlandia y Suecia. O en Brasil. Y Galicia, con su gran potencial forestal e industrial, está atrayendo hoy inversiones a gran escala de gran importancia para la creación de un mundo más sostenible: ¡un mundo de futuro que abrazamos hoy!