Gordofobia

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

XOAN CARLOS GIL

04 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando era un niño, sus compañeros de colegio le llamaban «gordito relleno», lo que le ocasionó un trauma liviano que le acompaño en su vida de adulto. De adolescente era el encargado de poner los discos en los guateques juveniles, y poco a poco se había convertido en el «pagafantas» de su pandilla de amigos.

Ahora es el responsable de recursos humanos de una importante multinacional, ya no está especialmente gordo pero en la selección de personal prima a los aspirantes que estén más rellenos que flacos.

Aquel arquetipo de ciudadanos que seguían el modelo que Rubens pintó en sus cuadros de mujeres rotundamente voluptuosas dejó paso al nuevo canon de cuerpos femeninos esbeltos y enflaquecidos, trabajados en gimnasios con músculos y abdómenes modelo tableta de chocolate, creando el nuevo imaginario masculino.

En las sociedades occidentales políticamente correctas nació la gordofobia. No escribo acerca de la obesidad, que sin duda constituye una enfermedad de nuestro tiempo, escribo acerca del odio a los gordos, de la aversión a las mujeres gordas, a los hombres con exceso de peso, a la fatorexia importada de EE.UU., que es la síntesis de fat, gordo en inglés, y orexia, que se traduce del griego como apetito. Escribo de la adipofobia, del odio a los gordos.

Estar gordo es asimismo una cuestión de clase social. Los pobres, con menos renta, suelen estar más gruesos, valga el eufemismo, que las gentes de clase alta. Es decir, los pobres están más gordos que los ricos, y esto es una razón incontrovertible que ya nadie cuestiona. Los gordos son simpáticos, afables y cordiales, buena gente, pero el canon se impuso y quienes militan en la gordura carecen de prestigio social.

Hace cinco siglos ya, El Quijote fijó los arquetipos que llegaron a nuestros días: Alonso Quijano, delgado y enjuto, y Sancho Panza rechoncho y gordo. Y a día de hoy prevalece el modelo. Recientemente, Pete Hegseth, ministro de la Guerra, antes Defensa, del Gobierno Trump exigió ante cientos de militares norteamericanos la recuperación del estándar masculino consistente en un ejercito «sin gordos ni barbudos», señalando la «mala imagen que da ver generales o almirantes gordos». Los tiempos están cambiando y la gordura, obesidad aparte, es un mal nuestro de cada día que hay que combatir socialmente, todos los hombres debemos parecernos al David de Donatello y todas las mujeres a la Bella del relato de Disney. Lo que esta claro es que el único gordo deseable y con prestigio es el de la lotería de Navidad.