La función clorofílica es el proceso mediante el cual las plantas verdes, algas y cianobacterias utilizan la clorofila para convertir la energía luminosa en energía química, que se usa para sintetizar materia orgánica (azúcares), a partir de dióxido de carbono y agua, liberando oxígeno. Es decir, en la función clorofílica se absorbe dióxido de carbono de la atmósfera y se desprende oxígeno, un proceso fundamental para mantener la estabilidad de la atmósfera, evitando que no crezca en demasía el efecto invernadero y que exista oxígeno suficiente para seguir respirando y viviendo con salud.
Los galardonados con el Nobel de Química de este año han diseñado y producido unas estructuras metal-orgánicas (MOF) que provocaron una revolución en la química de materiales. Se trata de unas estructuras cristalinas formadas por átomos metálicos unidos a moléculas orgánicas. Los MOF tienen naturaleza porosa y pueden capturar grandes cantidades de dióxido de carbono. En eso es en lo que se parecen a los árboles reales, que también capturan CO2, y esa es la razón por la que he titulado este artículo «Árboles» químicos.
Los materiales MOF tienen una aplicación importante en sitios con escasez de agua, como los desiertos. El sistema puede extraer agua potable directamente del aire con esta tecnología. Además, los MOF pueden retirar gases contaminantes del aire, como óxido de nitrógeno, y capturar metano.