Atención primaria al límite

Carlos Sánchez Fernández de la Vega MÉDICO

OPINIÓN

Oscar Guillen | EFE

24 nov 2025 . Actualizado a las 10:41 h.

La crisis de la atención primaria es el resultado de un desgaste prolongado que se ha intensificado. El malestar actual no se explica únicamente por unas condiciones laborales cada vez más exigentes, sino también por la percepción de que el proyecto original de la medicina de familia se ha ido diluyendo en un sistema cada vez más saturado. La atención primaria nació con la vocación de ser el eje del sistema sanitario y, con la creación en 1978 de la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria, se consolidó un modelo centrado en la prevención, la continuidad asistencial y la cercanía a la comunidad. Hoy ese modelo está bajo una presión sostenida: los médicos de familia atienden a más pacientes, asumen más responsabilidades y, con frecuencia, no reciben el reconocimiento que su papel estratégico merece. Aun así, siguen siendo la puerta de entrada al sistema y mantienen una visión integral que permite detectar problemas de salud de forma precoz y acompañar a los pacientes en situaciones clínicas complejas.

La presión asistencial se combina con tiempos de consulta cada vez más breves, agendas sobrecargadas y un aumento constante de tareas burocráticas. Las responsabilidades clínicas se han multiplicado. El manejo protocolizado de patologías crónicas como la hipertensión, la diabetes, la dislipemia o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica exige un seguimiento minucioso. Todo ello requiere tiempo y formación continuada, recursos escasos en estructuras sometidas a una demanda creciente. La situación se agrava por el déficit de médicos de familia: las jubilaciones previstas no han ido acompañadas de una planificación adecuada y cada año disminuye el número de profesionales disponibles para atender a una población más compleja.

La ampliación de funciones de la enfermería, respaldada desde el 2010 con la especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria, ha supuesto un avance relevante. Facilita un abordaje más integral de los pacientes y refuerza el trabajo de los médicos de familia. Pero este incremento de responsabilidades exige una delimitación clara de competencias. Mientras tanto, los recién graduados rara vez eligen Medicina de Familia. Durante sus rotaciones observan consultas saturadas, tiempos ajustados y una elevada carga burocrática. Así se dificulta una carrera profesional sostenible y la especialidad pasa a ser una opción menos atractiva. La sobrecarga desanima a los jóvenes médicos, la escasez de profesionales aumenta la presión y la especialidad queda atrapada en un espacio ambiguo, con funciones ampliadas pero sin el reconocimiento académico e institucional que merece. Los puestos de difícil cobertura permanecen vacantes y la inestabilidad de los equipos amenaza la continuidad asistencial, uno de los pilares esenciales de la Atención Primaria. La evidencia es clara: los sistemas sanitarios con una Atención Primaria robusta alcanzan mejores resultados clínicos, operan con mayor eficiencia y generan mayores niveles de satisfacción entre profesionales y pacientes. Para avanzar se requieren decisiones firmes: reforzar las plantillas, garantizar tiempos adecuados por paciente, reducir la burocracia, delimitar funciones con precisión y consolidar el prestigio de la especialidad en los ámbitos sanitario y académico.