Samhain

Fina Ulloa
Fina Ulloa RECANTO

OURENSE

02 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada vez parece más evidente que el postureo no es una moda pasajera. Está aquí para quedarse y poco a poco lo va impregnando todo, incluido nuestro cerebro que se instala en la convicción de que la apariencia lo es todo y acaba por fagocitar la esencia de las cosas. Hace un par de tardes me crucé con unos conocidos que acompañaban a sus vástagos a disfrutar del Halloween. O al menos eso pensé yo, valiéndome de la pista de los disfraces que llevaban los preadolescentes, convertidos en payasos diabólicos. El problema es que no solo lo pensé. También lo verbalicé. «Qué, ¿a disfrutar de Halloween?», les espeté. «Noooo!» contestaron en perfecta sintonía los cuatro. «Nosotros celebramos el samaín», me corrigieron bastante serios y con tono de reproche los progenitores de los que, de pronto -demasiado tarde, claro-, recordé su alergia visceral a todo lo que huela a yankilandia. Metida la pata, decidí no achantarme y dejar salir mi vena malvada. «¿Y qué es el samaín?», les pregunté a los chiquillos. «Una fiesta para disfrazarnos de cosas de terror y para hacer el truco o trato», me contestaron cándidos. Miré a los adultos pero no estoy segura de que entendiesen lo que les quería decir sin palabras. Hay gente que cree firmemente que recuperar la tradición -y la historia que encierra esa tradición- consiste en rescatar una palabra del gaélico antiguo, la lengua utilizada por algunos pueblos celtas. Un consejo: léanse Águilas y cuervos, de Pauline Gedge, una novela histórica tan cruda como hermosa que narra la resistencia a Roma por parte de varias tribus celtas. La historia comienza precisamente una noche de Samaín, en el año 32.