«Lo que más se echa de menos al llegar a una edad es a los amigos»

Cándida Andaluz Corujo
cándida andaluz OURENSE / LA VOZ

OURENSE

MIGUEL VILLAR

El locutor de radio José Manuel Fernández vive desde que nació en A Ponte

25 feb 2018 . Actualizado a las 13:46 h.

Pocas presentaciones hacen falta, por lo menos en A Ponte. Basta darse un paseo con José Manuel Fernández Sobrino por sus calles para saber que no es un vecino más. La vida en A Ponte hasta 1960, uno de sus libros, habla de las historias de su gente. De él mismo. Este periodista deportivo, que dice que fue árbitro de baloncesto porque era negado para el deporte, encontró en la interpretación y el teatro su forma de comunicar, de relacionarse con los oyentes, de retransmitir con la mayor intención cada una de sus palabras.

Vivió una infancia muy feliz, aunque recuerda que eran tiempos de pobreza, de necesidades. La calle era su espacio vital y el de sus amigos. «No teníamos tiempo de aburrirnos», dice. Y recuerda cómo el tren, su paso, marcaba la vida de todos los pontinos. «El Ligero que pasaba a las 7.30, era hora de levantarse. Sobre las doce pasaba otro y mi madre sabía que tenía que ir a hacer la comida. Y el último de la noche nos mandaba para la cama», explica. La desaparición y abandono de las instalaciones de la vieja estación ofrecieron una oportunidad a los jóvenes en los años cincuenta para la promoción del baloncesto que empezaba a jugarse en Ourense. «Los muelles de pequeña velocidad (mercancías) quedaron sin tejado ni puertas, pero con un piso liso de cemento, donde colocamos unos tableros de baloncesto y fueron durante algunos años excelente cancha», relata. El fútbol también formaba parte del día a día de aquel niño. «En los años cuarenta, como apenas había coches, jugábamos una calle contra la otra. Decíamos ‘Para, para, que viene un coche’. El único miedo era que apareciese un municipal con intención de multarnos. Eso sí, se llevaba la pelota de goma», relata.

Recuerda con nostalgia que su padre quería que trabajase con él en la tienda de alimentación que tenía, y cómo quiso volar e independizarse. Lo hizo cuando «fichó» por el primer supermercado de Ourense. Más tarde, trabajó en una fábrica de impresión y comenzó a colaborar en la radio, entonces La Voz del Miño, retransmitiendo partidos de fútbol y baloncesto. Su pasión por la interpretación -«Quizás es mi profesión frustrada», dice- que inició cuando estudiaba en Salesianos, le sirvió de mucho. Relata que en la calle Ramón y Cajal existía el Cine Yago, una amplia sala para 750 espectadores, en cuyo escenario representaba obras junto a otros amigos apasionados de la escena. «La primera vez que retransmití un partido me di cuenta de lo importante que era matizar, expresarse bien, tener intensidad y recalcar las palabras. El consejo que le doy a cualquiera que quiera ser locutor es que grabe sus retransmisiones y luego se escuche. Así sabrá qué fallos comete y podrá corregirlos», afirma. Nació en julio de 1936 y tiene claro qué es lo añora: «Lo que más se echa de menos al llegar a una edad son los amigos». Un aspecto que sustituye con su gran familia y, sobre todo, con sus nietos, aunque afirma: «Me gustaría haber disfrutado más de ellos. Pero todavía tengo uno de ocho años que me acompaña al baloncesto». Su mujer, dice con orgullo, fue su más feroz crítica. Ella, cuenta, le comentaba cómo había estado en sus retransmisiones y las cosas que debía corregir. Y él le hacía caso.

Todos los días pasea por el barrio, sobre todo por los alrededores de la estación de ferrocarril, ya que es la zona en donde se mueve con silla de ruedas con mayor facilidad. Sigue siendo un hombre de barrio. El lugar que le vio crecer, formarse como profesional y crear una gran familia.

«Me preocupa que la juventud no se interese por las cosas del barrio»

Su vida la marcaron los hitos y los fracasos deportivos de los equipos ourensanos, que vivía como suyos. Los mejores momentos profesionales de José Manuel Fernández Sobrino fueron la disputa del Club Deportivo Ourense en la Copa del Rey y el ascenso del COB a la Liga ACB. El peor de su vida lo tiene marcado. Fue aquel en el que se enteró de que tenía el síndrome de Guillain-Barré, un trastorno poco común que causa daño a los nervios periféricos y que, finalmente, aunque mucho más tarde de lo que se esperaba, lo dejó en una silla de ruedas. Tenía 45 años cuando recibió una noticia que no lo arredró pero lo obligó después de muchos años a abandonar las retransmisiones desde los estadios. «Seguí hasta que me di cuenta de que no podía más y de que era un sufrimiento. Llegó un momento en que ir a los campos era un martirio», relata. En 1994 se jubiló pero no ha dejado de estar activo. Fernández Sobrino afirma que es feliz y que sigue pendiente de todo lo que ocurren en Ourense y, sobre todo, en su barrio. Sin embargo, cuando se le pregunta sobre cómo ve la sociedad de hoy se le desdibuja la cara. «Veo a los políticos ajenos a los problemas que tiene la ciudad. Ellos resuelven a su manera y a la sociedad les tiene sin cuidado. Eso me da mucha pena. A veces parece que la gente pasa de todo. En el barrio de A Ponte había algo que era solo nuestro, un sentimiento que lideraba gente significativa. Ahora desapareció. Hay movimientos en las redes sociales, pero me preocupa que la juventud no se interese por las cosas del barrio», afirma. Subraya que también hay iniciativas buenas aunque lamenta que no se les haga caso. Y pone como ejemplo la feria de O Vinteún. Cree que es necesario revertir esta situación.