«Nos vinieron a buscar al aeropuerto en limusinas para llevarnos al Hilton»

Cándida Andaluz Corujo
c. andaluz OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Agostiño Iglesias

Fue el primer espectáculo español en el escenario más importante del mundo

26 may 2019 . Actualizado a las 21:31 h.

Recibieron la medalla de la Paz de Naciones Unidas de manos de Kurt Waldheim

Muchas personas quisieron conocerlos, entre ellos, Mario Moreno Cantinflas

La dimensión que tuvo el Circo de los Muchachos de Benposta se entiende con conocer qué pasó y qué hicieron en 1973. Fue, sin lugar a dudas, el inicio de unos años que le llevaron a recorrer medio mundo: desde Nueva York hasta Tokio o Australia. Todo comenzó, eso sí, meses antes. La actuación del Circo de los Muchachos en el Gran Palais de París en 1970 hizo que muchos promotores de espectáculos del mundo pusieran sus ojos en un grupo de niños, capitaneados por el padre Silva, que ofrecían frescura, originalidad y, sobre todo, espectáculo. Uno de aquellos jóvenes era Manilo Doñoro Fernández. Hoy tiene 63 años. «Tras estar recorriendo toda España y Portugal, el circo pegó un salto importante a Francia, Alemania, Luxemburgo y Holanda. Tuvo un éxito tan grande en el Gran Palais de París que aparecieron empresarios de varios países interesados». Entre ellos la ABC (American Broadcasting Company) que los contrató para una gira por Estados Unidos que se iniciaría en el Madison Square Garden, el Olimpo de los espectáculos.

La Voz contaba el 20 de junio de 1973 que el empresario norteamericano Michael Nixon había visitado Benposta. Avanzó entonces lo que tenía previsto para ellos en la ciudad de los rascacielos: «Estarán en el Madison Square Garden. Aparte de la grandiosidad del escenario, hay que tener en cuenta un precedente: que es el primer espectáculo español que se presenta allí. Y un casi precedente: es la segunda vez que un circo actúa en el Madison. El primero, ya hace años, fue el Ringling».

Y así comenzó la aventura que en septiembre de 1973 hizo historia en Nueva York. Manilo Doñoro Fernández lo vivió en primera persona. Tenía 18 años. «Recuerdo que nos pareció todo grande, inmenso. A partir de entonces La Torre de Ourense fue para mí un pequeño chalé. Éramos más de cien las personas que íbamos desde Benposta. Nos vinieron a buscar al aeropuerto en limusinas para llevarnos al Hilton. Recuerdo muchas cosas especiales. Al igual que hacían con los equipos de fútbol, nosotros íbamos escoltados por la policía. A pesar de todo entonces no le dimos importancia, quizás por la edad. Actuamos en el Madison Square Garden ante 30.000 personas y no estábamos nerviosos», relata Doñoro. Recuerda que visitaron al entonces alcalde de Nueva York, John Lindsay, fueron recibidos en la embajada de España, acompañaron al arzobispo en la iglesia de San Patricio y acudieron al edificio de Naciones Unidas para recibir de las manos del entonces vicesecretario Kurt Waldheim la medalla de la Paz. Y relata, entre risas, que el propio Mario Moreno Cantinflas se acercó para conocerlos.

Todo esto durante los días que mostraron su espectáculo en un espacio reservado, todavía hoy, para muy pocos. «Fue especial porque queríamos impresionar, hacerlo muy bien. Estuvimos varios días preparando todo», explica. Y llegó el momento. «En el Madison descubrí, entre otras cosas, que los americanos no aplauden como aquí, donde cada uno va a su ritmo. Ellos aplauden todos a la vez. El sonido es unísono y me impresionó mucho». Y, a la contra, los americanos se sorprendieron, explica, «de la humildad que teníamos, que no íbamos de artistas. También de que lo que parecía una desorganización total se convertía en un espectáculo medido, único».

Gaita gallega en el Madison

El Circo de los Muchachos no fue solo el primer espectáculo español que pisó el Madison. De su mano sonó la primera gaita gallega, que entonces incluían en la representación. «Llevábamos a un grupo de gaiteiros que abría la segunda parte del espectáculo. El público se sorprendía mucho porque no la conocían. No se lo esperaban, era una sorpresa», recuerda Doñoro.

Tras diez días de actuaciones en el Madison, la compañía viajó por todo Estados Unidos: Washington, Philadelphia, Las Vegas y Los Ángeles, entre otras ciudades. Y de ahí, saltaron hasta Sudamérica, con parada en México, Venezuela y Colombia. Y de allí, a Japón, ya en 1974, debutando en el Estadio Olímpico de Tokio en función de gala presidida por la princesa Michiko, sus dos hijos pequeños, Aya y Nori, y todo el cuerpo diplomático acreditado en la capital del Japón. «Aquellos fueron los años dorados de Benposta y el Circo de los Muchachos. La compañía fue la mejor de todos los tiempos», recuerda Manilo Doñoro.

Y ¿qué quedó de aquella visita a Nueva York? «Pudimos volver en otras ocasiones, pero no lo hicimos. Muchas veces porque al padre Silva no le interesaba. Él vivió aquel viaje de manera creativa, porque siempre estaba dándole a la cabeza. Recuerdo que dijo ‘¡Adonde hemos llegado!’ No se lo creía ni él».

Sin embargo, nada de todo esto, señala el Manilo, hubiera sido posible sin la figura del padre Silva, que siempre «pensaba en grande». Y, para destacar el valor que tuvo 1973 para ellos, explica que el circo comenzó con quince chicos y una moto, «no para acoger a los niños sin hogar, como muchos piensan, sino que era una organización juvenil con mucho carácter religioso que comenzó a hacer cosas diferentes».

El 26 de septiembre del año 1973, la Voz de Galicia publicaba: «Los más importantes medios de difusión de Estados Unidos han concedido gran espacio a la obra del padre Silva, tanto en el aspecto artístico como en la magnitud y en la importancia de la obra de la Ciudad de los Muchachos».