El sindicalista «gentleman»

Claudio Cerdeiriña

OURENSE

18 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Un día Etelvino Blanco me contó que en sus primeros tiempos en el sindicalismo, en la clandestinidad de esa actividad en la España de 1977, percibía niveles importantes de desconfianza de los trabajadores ante la gente que, como él, se acercaba a ellos para interesarse por sus problemas. En el 2017, un repleto salón de actos del edificio de los sindicatos le dedicó, puesto en pie, una ovación atronadora que duró minutos. Era el día de su última asamblea como secretario comarcal de la CIG en Ourense, el de su despedida justo antes de pasar a la reserva. Ese día vi plasmado en su rutilante figura lo que años antes me había dicho una persona que sabía mucho de la vida: un gran hombre es aquel que es capaz de crear su propio entorno.

Una obra como la suya se hace poco a poco y con mucho talento y esmero. Desde la lucha obrera del día a día a la preparación minuciosa de cada detalle de una jornada de huelga. Desde la búsqueda incansable de mejoras en sanidad y educación a la proactividad en causas sociales de toda índole. Desde la eficacia de una buena negociación a la magia de un discurso brillante en un momento crucial.

Etelvino fue un hombre bueno y generoso que lo dio todo por los demás en cada momento. Los que conocen la trayectoria de cuarenta años en primera línea de este gentleman del sindicalismo de clase gallego saben perfectamente que contribuyó como el que más a la conquista de derechos, libertades y mejoras sociales en nuestro país. Por eso, su legado formará parte de la memoria colectiva por mucho tiempo y servirá de estímulo para las nuevas generaciones que, como la mía, han podido y podrán disfrutar del futuro que él ayudó a construir.