Los políticos, como los peces, mueren por la boca. Hace unos días la diputada socialista Rosario Rodríguez se manifestó en contra de que se haga un receso en el pleno de la Diputación, a petición de Montse Lama, de Ciudadanos, que está esperando un hijo. Llama la atención que una mujer, en general, pero progresista, en particular, se oponga a que una embarazada pueda estirar las piernas o ir al baño durante una sesión plenaria que puede llegar a durar cinco horas pero que a veces se prolonga aún más. Y más cuando tomó posesión reivindicando la apertura del paritorio de Verín. El argumento de la representante del PSOE es uno que conocemos bien miles de mujeres que, esperando un bebé, hemos trabajado hasta el último momento (que para algunas es el día antes del parto y para otras es el momento en el que el cuerpo, el sentido común o el médico mandan parar). «Estar embarazada no significa estar enferma», apuntó la señora Rodríguez, quizás porque su grupo político creía que sería menos machista que lo dijera ella en lugar de un hombre. Qué error. Y qué horror. Montse Lama no estará enferma pero no me parece extemporáneo que pida hacer una pausa, más en su caso, como única diputada de su formación y por tanto sin relevo. Me imagino lo que diría si tuviera constancia de que en una empresa o administración no permiten a una trabajadora hacer una pausa durante cinco o seis horas. Estar embarazada no significa estar enferma, claro, pero por lo que se ve ser una política socialista tampoco significa defender a todas las mujeres. Como si no hubiera sido suficiente que hace unos meses el portavoz del PP, Plácido Álvarez, la invitase a «procrear». Al menos él lo retiró.