De graduarse a despedir a sus alumnos en el mismo instituto: «É retroceder no tempo»

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Los alumnos graduados en el IES Julio Prieto Nespereira se reunieron en el centro
Los alumnos graduados en el IES Julio Prieto Nespereira se reunieron en el centro Santi M. Amil

Natalia Nóvoa es una de las docentes que estos días dicen adiós a los estudiantes

20 may 2023 . Actualizado a las 11:25 h.

Estamos en la segunda mitad de mayo y eso es sinónimo para los estudiantes de un tiempo agridulce. En un lado de la balanza pesa la angustia de los exámenes y el miedo a no superar el curso; en el otro, la ilusión del verano que se acerca, con sus promesas de diversión y libertad. Pero para algunos el final de curso es además el final de un ciclo. Ellos están también en el tiempo del Gaudeamus igitur («Alegrémonos pues»). Esta canción estudiantil de autor desconocido que se hizo popular entre los universitarios alemanes en el siglo XVIII se ha convertido en un himno para los actos solemnes de despedida de las nuevas promociones de titulados. Aunque no solo de universitarios. Incluso los que terminan bachillerato se aprenden este tema musical, que originariamente se titulaba De brevitate vitae («Sobre la brevedad de la vida»). Al fin y al cabo, también ellos, a punto de llegar a la mayoría de edad, inician una nueva etapa en la que empezarán a encarrilar su vida ya como adultos.

Alumnos del colegio de Salesianos en el patio, donde se sirvió un ágape tras el acto de graduación
Alumnos del colegio de Salesianos en el patio, donde se sirvió un ágape tras el acto de graduación

La sintonía se escuchó estos días en varios institutos ourensanos. Sonó, por ejemplo, en el teatro del colegio de Salesianos. Allí se celebró, tras una misa de acción de gracias en la parroquia de María Auxiliadora, el acto central de despedida de los bachilleres. Los tutores se encargaron de poner las bandas y las insignias en la ceremonia de graduación, mientras se proyectaban imágenes con fotografías de cada uno de los estudiantes en distintas etapas escolares, desde infantil hasta la actualidad. Los discursos de profesores y de los propios alumnos —en este caso por partida doble, ya que también se celebró la graduación de los siete estudiantes que terminaron el Bachillerato Americano— formaron parte de esta jornada especial que culminó en el patio compartiendo un pequeño ágape.

Alumnos de Segundo de Bachillerato del IES O Couto
Alumnos de Segundo de Bachillerato del IES O Couto Santi M. Amil

El esquema se repite, con pocas variaciones, en el resto de institutos de Ourense, como ocurrió este viernes en el IES O Couto o en el Julio Prieto Nespereira, donde vestidos de gala, los jóvenes vivieron una jornada marcada por la emoción del momento pero también de la inminente despedida de quienes fueron sus compañeros en una etapa. Aunque aún vayan a verse algunos días más y, en muchos casos, incluso sigan coincidiendo en su futura etapa formativa.

Siempre hay singularidades. En O Couto, por ejemplo, se entonó durante la ceremonia un canción compuesta por la profesora Olalla Núñez expresamente para este centro educativo y sus alumnos. Lo cierto es que la música tuvo mucho protagonismo en la jornada, ya que los alumnos tuvieron ocasión de participar por la mañana en una batucada celebrada en la praza Maior organizada por el Centro de Formación y Recursos de Ourense y en la que participaron otros seis centros educativos. Fue un aperitivo divertido para esa fiesta de despedida de la promoción de 2º de bachillerato que se desarrolló por la tarde.

En otros casos, la cita con la graduación dio para conocer circunstancias vitales curiosas. Como la de Natalia Nóvoa Vázquez, que fue una de las personas que tomó la palabra en el Julio Prieto Nespereira. Lo hizo como tutora de los alumnos que se despedían, pero con la perspectiva del doble vínculo que esta ourensana tiene con el centro educativo ya que, además de profesora, fue alumna de bachillerato. «É unha sensación rara, como retroceder no tempo, porque te atopas no sitio de onde marchaches dezaseis anos atrás», reconocía antes de que se iniciase la ceremonia. De hecho, cuando se dirigió a los alumnos les recordó que ella había estado sentada justo en el mismo lugar que ahora ocupaban ellos.

«Eu nunca pensei que me dedicaría a isto, pero recordo perfectamente que o meu profesor de arte me dicía que debería ser profesora porque me explicaba moi ben», aclara. A los estudiantes les habló de que aunque aquel sueño de dedicarse a la literatura no se cumplió, sí logró cumplir otros muchos y les animó a luchar por lo que desean «porque merece a pena».

De lo vivido en ese mismo centro en el día en que recogió la orla —entonces no se ponían bandas— destaca el sentimiento de felicidad y la ilusión por el futuro inmediato. «Pensaba nos cambios que me esperaban: que ía coñecer outra cidade, vivir sola...», contaba.

Aunque la cita de este viernes fue especial para esta docente, nacida en el concello de Vilamarín en 1989, no es la primera vez que le toca dirigirse a una promoción que se despide. Ya lo hizo en dos ocasiones en el IES Taboada Chivite, donde ejerció desde el 2019. «Tamén esas ocasións foron especiais. Cando es titora dun grupo neste último curso sempre se crea un vínculo», asegura Natalia. Ayer demostró que no se le escapó detalle de lo ocurrido en los últimos meses, ya que aprovechó su intervención para incluir varias anécdotas divertidas.

Además del capítulo de discursos —que inauguró el director, Eduardo Lorenzo, y cerraron cuatro graduados que hablaron en nombre de sus compañeros—, hubo las tradicionales imposiciones de bandas e insignias del centro, y también la entrega de diplomas a los alumnos que lograron matrícula de honor y a los que obtuvieron menciones especiales. Después, todos se desplazaron hasta la cafetería del centro, donde compartieron unos pinchos. Ese suele ser el colofón habitual para que la comunidad educativa al completo (maestros, alumnos y los padres y familiares que acuden) comparta unos minutos distendidos y se relajen tras las emociones y la solemnidad que acompaña a la ceremonia de graduación.

Aunque, todo hay que decirlo, ese suele ser solo el primer paso para una tarde de fiesta que acaba alargándose durante horas. Lo habitual es que los graduados salgan el recinto escolar y continúen la diversión, generalmente con cena incluida y ya sin la supervisión de los adultos.