Hace unos días descubrí la palabra trabacaciones. Viene a referirse a lo que hace la gente que teletrabaja desde un destino vacacional. En mi cabeza, como de costumbre, le he dado una vuelta al término. Y ahora yo «trabacaciono» los meses de julio y agosto. Lo que hago es combinar mi trabajo, con el mayor ocio veraniego posible. Pequeñas vías de escape, con las que olvidarme de que la mitad del mundo está en playas paradisíacas. Pero también con las que disfrutar y aprovechar al máximo los días más largos del año. Y de sobrevivir al calor y al estrés sin morir en el intento. Aquí os dejo algunas de mis propuestas favoritas. ¿Qué si voy a hablar de la MIT de Ribadavia? Por supuesto que voy a empezar por la mostra teatral más interesante que tiene Galicia. Porque el Auditorio del Castelo es uno de los lugares más mágicos que conozco y disfrutar de lo mejor de la escena en ese espacio, bajo un cielo plagado de estrellas, pues no sé... no hace falta ser muy soñador para sentirlo. Podéis gozárosla hasta el domingo, quizá nos veamos allí. Otro de los planes que nunca me fallan son los Solpores que organiza la cafetería del Parque Náutico de Castrelo. Conciertos al atardecer, vaya. Acabar el día picando algo al aire libre, con buena música en directo y vistas al embalse de Castrelo de Miño. Aquí la estampa es agua, montaña y un cielo de colores. Juzgar vosotros mismos. Este jueves toca jazz. También me flipa la Terracinha del hotel NH, sobre todo esa inclusión de gastronomía ourensana que organizan para los martes. Sobrevolar la ciudad, caña en mano, y degustando exquisiteces made in los cocineros de nuestra tierra. Nada mal. A mí mi trabajo me hace feliz —mucho, además— pero, como con las palabras, siempre es más divertido saber combinarlo.