Una vinoteca

Cristóbal Ramírez

O BARCO DE VALDEORRAS

19 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Me gustan más, mucho más, los bares y tabernas típicas que las de diseño ultramoderno que van a durar dos días con ese aspecto. Prefiero El Gato Negro o el Orense, en el casco histórico, a otros muchos que contrataron a un decorador nada más pensar en el futuro negocio. Me gustan, sí, esos recunchos que uno aún se encuentra por el mundo rural.

Pero sin enxebrismo: eso de tener telarañas por las esquinas y el suelo lleno de cáscaras es, simplemente, una guarrada. Y si en el siglo XX se disculpaba, en el XXI no resulta de recibo. Porque ser gallegos o vivir como gallegos no implica anclarse en un pasado que por suerte desapareció y esperemos que no vuelva.

Y esa es una asignatura pendiente desde Ribadeo a O Barco. Hubo un excelente intento denominado Comercio Rural Galego que duerme el sueño de los justos: existe, pero nada más, y eso que sus establecimientos prestan un magnífico servicio a los vecinos.

Por eso me gusta un lugar como Raquel, adonde he ido muy poco por otras razones. En plena carretera de Santiago a A Coruña, pasado Deixebre, concello de Oroso, ahí alguien -no conozco su historia ni a sus propietarios- tuvo la idea de abrir una vinoteca, con una tienda en la parte de atrás. Y uno puede encontrar una buena cantidad de etiquetas en aquella enorme estantería.

¿Es un buen negocio? Ojalá. Me alegraría de verdad. Pero tengo mis dudas de que haya mucha demanda de buenos caldos (por ejemplo, el notable albariño Mar de Frades, o algunos reservas que no resultan muy habituales y que desde luego no se encuentran al norte de Santiago). Pero el intento de no montar un bar al uso -ya saben: aluminio por todas partes y mesas insulsas- es de agradecer y de aplaudir.