Perros envenenados y ovejas desprotegidas en Oímbra

Uxía Souto

OÍMBRA

Un pastor se queda sin el servicio de los mastines que recibió gracias a un proyecto que protege a los rebaños de los lobos

02 abr 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Durante diez días, las doscientas ovejas de José Francisco Diz estuvieron expuestas al ataque de los lobos. El motivo: sus dos perras mastines fueron envenenadas. Una falleció durante el traslado desde A Granxa (Oímbra) hasta una clínica veterinaria de Verín, la otra se recupera en casa. Es la segunda vez en menos de cinco meses. El pasado 23 de marzo, este ganadero se disponía a sacar a su rebaño a pastar cuando ambas perras salieron de la granja e ingirieron, a las puertas de la misma, un trozo de salchichón en cuyo interior se encontraba una sustancia tóxica. «Se lanzaron sobre él, Mara lo comió en pocos segundos, y a la otra conseguimos sacarle un trozo -asegura el ganadero- y enseguida se cayeron al suelo». La carne estaba envenenada como ratificaron después los análisis. «Además del ataque de los lobos, esto es lo peor que nos puede pasar», explica apesadumbrado Diz. Y añade: «Sin ellos, nuestras ovejas quedan a merced de los lobos: este mes ya nos han matado a dieciocho animales y herido a tres». Con todo, a esta triste situación hay que añadirle una peculiaridad más: Mara, la mastín leonesa muerta, formaba parte de una iniciativa puesta en marcha por Medio Rural y Ovica -asociación de criadores de ovino e caprino-, que consiste en la entrega de perros a ganaderos cuyas granjas se encuentran en zona de riesgo de lobos.

Un convenio que ya ha permitido repartir noventa ejemplares de mastín leonés por toda la comunidad, según explica Antonio Cabana, técnico responsable de Ovica: «Se entregan preferentemente en zonas de montaña, deshabitadas o donde no existen cercados». En este caso, Mara le fue entregada a José Francisco Diz a través del grupo ecologista Outeiro porque sus ovejas habían sido atacadas en numerosas ocasiones según explica Francisco Valeiras, presidente de Outeiro. «Esta perra tenía entonces cinco meses y unas características extraordinarias para la vigilancia». Por esta circunstancia, desde la asociación ecologista no solo lamentan esta muerte. «Exigimos que se busque a los responsables y animamos a los ganaderos a que denuncien estas prácticas que son constitutivas de delito», asegura Valeiras.

El ganadero de Oímbra cuenta ya con un nuevo ejemplar, joven todavía, al que recibió el miércoles deseando que la situación no se vuelva a repetir.