Rafa, Rafa de La Unión

Isaac Pedrouzo ESTO NO ES OREGÓN

OURENSE CIUDAD

04 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Sé muy bien como sucede todo desde fuera, como uno puede parecer nostálgico cuando habla demasiado de las cosas que han pasado ya. Lo comprendo, y aunque nadie me crea, yo solo miro hacia atrás por si alguien como tú me está siguiendo, o por si el vecino del sexto que baja la basura vestido solo con un batín pretende colarse conmigo en el ascensor. Sufro con la idea de lidiar con su libidinosa mirada esos tres minutos de viaje. Fue por culpa de la nostalgia que recordé aquel concierto de La Unión allá por el año 92 en las fiestas de Ourense, cuando las estrellas tocaban en ese punto invisible que separaba el barrio de Peña Trevinca y el de A Saínza, y no pude resistirme a la oferta de poner música a modo de telonero hace unos pocos meses en el Paco Paz. 25 años después. Rafa Sánchez -Rafa de La Unión-, junto a Morrissey y Pet Shop Boys, llenaban las mañanas en el viejo piso de mi padre. A veces uno no entiende las pistas ni ve las señales. Tras encender el tercer cigarrillo, ese que parece conseguir acelerar el paso de los minutos, en la parte trasera del polideportivo una voz amiga, casi familiar, pedía al aire un mechero. Era Rafa, un poco más viejo, un poco más serio. Le regalé uno de los dos que había en mi bolsillo y corrí a hacer mi función de Jukebox entre canciones de Golpes Bajos, The The y OMD en una sesión para melancólicos amantes de las hombreras y los cardados que nunca volvieron del todo. Los dos integrantes supervivientes de la banda original tenían claro el guion de su papel, conseguir conectar con los treintañeros que se escondían dentro de los cincuentones sonrientes con expresión mitad de pena, mitad de alivio. Esa expresión que se le queda a uno cuando la anestesia todavía no se ha pasado del todo.

El cantante soltaba todo su arsenal de frases autoritarias como las que un día miles de personas memorizaron de manera inconsciente. «¡No tengas miedo, esta noche puede ser tu noche!«, «¡Los 50 son los nuevos 40!», «¡Vente conmigo!», y algunas declaraciones de intenciones hacia mujeres que ya no se dejaban engañar por palabrería ni torpes movimientos de cadera.

Nosotros ya entre el público, y con la decisión de dejarnos contagiar sin complejos por el ambiente tomada y las consecuencias asumidas, nos entregamos a estribillos indiscutibles y canciones históricas que a veces uno deja olvidadas en ese cajón donde se guardan las cosas que ya no funcionan pero que temes tirar por el «y si…». Sonó de repente el aullido que precede a Lobo hombre en París. Rafa se subió al altavoz de monitores, se sacó la americana del traje en un gesto devastador, incluso ofensivo, y exprimiendo la voz desde los pies hasta la garganta gritó enfurecido «¡Arriba Vigo!». Los bailes epilépticos desacompasados del público se pararon de golpe.

El murmullo de ambiente de concierto enmudeció. El silencio duró solo tres segundos, el tiempo necesario para darse cuenta de que no era el año 92.