Eduardo López Pereira: «Ahora hay un exceso de proximidad entre profesor y alumno»

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez SANTIAGO / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

Zelia Zambrano

El ourensano dirige la Axencia para a Calidade do Sistema Universitario de Galicia

15 nov 2017 . Actualizado a las 13:06 h.

Nació en Trasalba, «en los alicerces de la cultura gallega». Lo dice con orgullo. Casi tanto como cuando habla de Otero Pedrayo, cuya casa estaba muy cerca de la suya. En su etapa universitaria, el escritor le regaló su obra Arredor de si y en la dedicatoria escribió: ‘A Eduardo, hoxe estudante humanista en Salamanca, e ben logo catedrático en Santiago’. «Y acertó», dice con alegría López Pereira.

Se fue a Compostela muy joven, con 18 años, para estudiar Filología y especializarse después en clásicas, que todavía no existían en la capital gallega. Esos dos primeros años le llegaron para entusiasmarse con la ciudad. «Éramos unos cinco mil estudiantes que nos veíamos todos los días por el Franco». Creyó que perdería ese contexto universitario al irse a Salamanca pero no fue así, «al contrario, me impresionó porque tenía ese mismo ambiente estudiantil pero muchísimo más internacional».

Eduardo quería volver a Santiago. Porque las distancias no eran las de ahora, «de Ourense a Salamanca pasábamos toda la noche, hoy las distancias ya no las mides en kilómetros sino en tiempo». Cuando finalizó la carrera le concedieron una beca de investigación y se fue a Compostela. Pero como había necesidades docentes tuvo que abandonarla y empezar a dar clases en la facultad mientras preparaba su tesis. La leyó en 1975, «el 1 de octubre la llevé a imprimir y al mismo tiempo fui a casarme al Ayuntamiento».

Recuerda las oposiciones para sacar la plaza de profesor, en Madrid, de cinco semanas de duración, siete exámenes y un ejercicio eliminatorio que llamaban vulgarmente «el mecachis que guapo soy, porque en él tenías que exponer tus méritos», cuenta. ¿Y cómo eran las clases en los 70? «Eran lo que entendemos por clases magistrales, una enseñanza muy numerosa pero con mucha dedicación al alumno. Quizás más que ahora porque desde hace unos años se valora tanto la investigación que los profesores van de congreso en congreso. No podemos olvidar el elemento fundamental de la universidad, la docencia», explica este catedrático. No obstante admite que la universidad ha mejorado muchísimo con los años. Le saca una pega, «antes había un exceso de distancia entre profesor y alumno y ahora hay un exceso de proximidad por lo que a veces se mezclan los roles».

López Pereira sacó la cátedra en el año 90 y lo hizo en la Universidade de A Coruña, justo después de su creación. Su labor como gestor universitario comenzó en Santiago como secretario del departamento que dirigía Manuel Díaz y Díaz, y cuando aterrizó en el campus coruñés Meilán Gil lo nombró secretario general, «fue muy buena época para formarme como gestor», dice, hasta el punto de que en 1997 el exconselleiro Celso Currás lo nombró director xeral de Universidades «otra etapa muy interesante, ampliamos por primera vez el mapa de titulaciones y fue una época de gran expansión», concluye.

López Pereira es el director de la Axencia para a Calidade do Sistema Universitario de Galicia (Acsug), un organismo que nació con el espacio europeo de la educación superior para mejorar la calidad de las universidades. Y al menos en palabras de su director lo consigue, «solo hay que ver como llegan de verdes a la agencia los títulos y como salen», apunta.

Hasta los 98.765

Como director xeral, entre el 97 y el 2005, recuerda la gran expansión de la universidad. Cuando se crearon las instituciones de Vigo y A Coruña, en el 90, había 52.000 alumnos. Años después, en el momento de mayor bum, se llegó casi a los cien mil, «en concreto a los 98.765 alumnos», una cifra que no olvida porque los números son consecutivos.

Eduardo se temía ya que el descenso demográfico obligaría a una reestructuración del sistema. Pero hablar de cerrar grados es un drama para los profesores «y es que las necesidades de la universidad pueden verse desde el punto de vista del profesor o desde el de la sociedad, y la universidad no puede gestionar solo pensando en los profesores», concluye.