«Aquello fue una conmoción tremenda, una tragedia nacional»

m. rodríguez OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

Santi M. Amil

En el verano de 1974, dos niños pequeños fallecieron en San Cibrao das Viñas con escasos días de diferencia por sendos ataques de lobos

02 jun 2019 . Actualizado a las 12:09 h.

«Aquello fue una conmoción tremenda, una tragedia nacional», recuerda Elisa Nogueira, la que fue alcaldesa de San Cibrao das Viñas durante más de tres décadas. Corría el verano de 1974 y el municipio ourensano se convertía en noticia nacional por una doble tragedia ocurrida con escasos días de diferencia. La muerte de dos niños de corta edad en las fauces de un lobo, o posiblemente loba, desataba el pánico y convertía el atávico miedo hacia este animal en algo actual y terriblemente real. Fueron los últimos ataques de lobos a humanos conocidos en España.

«El niño muerto por un lobo en Outeiro Calvo estaba con una vecina al ser atacado», titulaba La Voz de Galicia en su edición del 11 de julio de 1974. El ataque había sucedido en la víspera, por la mañana. El niño, José Javier Iglesias Balvís, de tres años, se encontraba al cuidado de su abuela y esta lo dejó a cargo de una vecina en una huerta de patatas mientras ella se iba a hacer otras labores agrícolas. Menos de una semana antes, el 5 de julio, el periódico recogía el luctuoso hecho de la muerte de un bebé de once meses, José Tomás Martínez Pérez, en el cercano pueblo de Currás. «Los padres se habían ido a trabajar al campo con el niño en un cesto», rememora la ex alcaldesa, quien recuerda que en aquel entonces había muchos lobos por la contorna, entre San Cibrao y Rante, y se veían en las carreteras cuando se quedaban sin comida en el monte.

Sergio Balvís, vecino de Outeiro Calvo, recuerda que la toponimia de la zona refleja esa presencia habitual del lobo. «Había un sitio chamado Campo dos Lobos, no comunal, e o apodo Ferralobos», cita. De pequeño, recuerda haber ido al monte a cuidar el ganado de su abuelo. «Cheguei a ver lobos arredor das vacas. Cando morría un animal o lobo ía comer alí. Sempre houbo lobos», cuenta. Lo que nunca se había producido hasta aquel verano era que el lobo atacase a personas. La muerte de los dos niños de San Cibrao das Viñas fue lo más grave, pero se publicaron otros ataques atribuidos a lobos. Pocos años antes, en 1968, Carlos Pereira, vecino de Toén, se libró de morir en las fauces de una loba cuando tenía año y medio. Se salvó para contarlo a La Voz 50 años después, en un testimonio recogido por Cándida Andaluz en el periódico del 15 de enero de este 2019, y todavía tiene las marcas en su piel.

José Javier, como también recogía La Voz en las páginas que publicó en días sucesivos, era el único niño de Outeiro Calvo en aquella fecha. Sus padres estaban emigrados en Suiza y el niño había quedado al cuidado de la abuela. «Naqueles tempos éramos catorce veciños e o que menos tiña catro fillos. Quizá era o único neno que había no pobo porque estaban todos emigrados. Eu xa vivira na emigración e cando pasou iso vivía en Ourense, na Ponte», detalla Balvís.

El pueblo ha cambiado, apenas quedan personas nacidas allí, aparte de Sergio Balvís y sus vecinos, los padres de Javier, el niño fallecido en Outeiro Calvo. Muchos de los nuevos residentes de Outeiro Calvo no vivieron aquello o no son naturales del pueblo. Sigue habiendo algunas huertas que rodean la aldea, pero la apariencia es más bien de núcleo residencial con chalés unifamiliares y poca actividad agrícola. Lo único parecido a algo fiero que se ve en el pueblo es un par de perros que ladran desaforados al paso de la foránea.

El alcalde de San Cibrao cuando sucedieron los hechos era Rogelio Val Davila, médico ya fallecido, recuerda su sucesor, José Luis Ocampo Salgado, quien entró en el Ayuntamiento como regidor «el 2 de septiembre de 1975». No vivió personalmente el suceso pero sí lo recuerda y también que por entonces «había lobos por todos los pueblos» aunque después de aquella doble tragedia no ocurrió nada más. «Eu, que fun cazador e gustoume a caza, nunca cheguei a ver o lobo aquí», contrapone Sergio Balvís.

La psicosis entonces fue grande. Además de las muertes, se citaban otros ataques en pueblos, como Abilleira de Celanova. Daniel Regalado Aznar, entonces gobernador civil en Ourense, firmaba una nota dirigida a los medios en la que informaba de «drásticas medidas para envenenamiento de las alimañas existentes en la zona del suceso» y atribuía las muertes a «casi seguramente lobas con camadas». En aquellos días se hicieron batidas y los vecinos se llevaban la escopeta al campo y guardaban a los niños en jaulas improvisadas mientras hacían sus labores. «No salgas de casa, que te come el lobo», era la intimidante orden que recibían los niños después de aquello, recuerda Elisa, la hija de la exalcaldesa.

Se requirió la presencia de un guardia del Icona, Pepín de la Fresneda, alimañero experto en costumbres de lobos, quien afirmaba en La Voz del 13 de julio de 1974 que era «un comportamiento muy extraño para ser de lobos. Llevo muchos años en esta labor y es la primera vez que sé de un caso continuado como este». En un mes se dio muerte a veinte ejemplares. En esos años setenta, el naturalista Félix Rodríguez de la Fuente luchaba por erradicar el odio ancestral hacia ese animal. Estos sucesos de ataques mortales a niños le pusieron en una posición muy difícil, pero sus reconocidos y populares documentales de la serie El hombre y la tierra ayudaron a cambiar la mentalidad hacia esta especie, hoy considerada cinegética y cuya caza está regulada.

El testigo de la defensa del lobo en Ourense lo ha recogido Marcos Rodríguez Pantoja, criado durante doce años cuando era niño por lobos en Sierra Morena y que se refiere a la loba que lo cuidó como «mi madre». Reside en Rante, en el municipio de San Cibrao das Viñas donde sucedieron los trágicos hechos de 1974.

Ya no se conocieron más ataques a personas y en Ourense el lobo sigue estando presente. No se ha extinguido. El último censo estimaba, hasta el año 2015, la presencia de unas 32 manadas o grupos reproductores de lobo ibérico en el territorio provincial y 397 ataques, a reses, en el 2017.