De un tiempo a esta parte, el uso del móvil en los jóvenes es un tema recurrente en las conversaciones familiares, y junto con los estudios, suele ser la fuente de mayor conflicto en nuestros hogares. Generalmente los chicos necesitan acceder a las redes para estar interconectados, el tiempo del que disponen para esto siempre le parece poco, y no cejan en el empeño de tener un dispositivo lo más sofisticado posible.
Por su parte, en general, los padres se muestran reacios a que sus hijos manejen estas tecnologías a edades tempranas, pretenden limitar su uso y no entienden cómo los jóvenes necesitan tener dispositivos tan avanzados.
En estos conflictos, ambas partes suelen aprovechar las debilidades del contrario para darle más fuerza a sus argumentos. Los jóvenes critican que sus padres estén continuamente conectados a sus móviles, y que a pesar de las potencialidades que ofrecen las nuevas tecnologías, los utilicen solo para mensajearse por WhatsApp o para jugar al Candy Crash. Por su parte, los padres no entienden cómo los chicos pretenden mostrarse responsables para utilizar sus móviles, pero son incapaces de mostrar esa responsabilidad para ordenar su habitación o estudiar.
Independientemente de estas paradojas, el hecho es que las nuevas tecnologías han entrado con velocidad y fuerza en nuestras vidas, y a casi todos nos resulta complicado escaparnos de sus complejas redes. Quizás la clave será permitir su uso responsable, estando atentos a cuando se pasa la barrera y el uso se convierte en abuso.
Las tecnologías nos sitúan a padres e hijos en unas relaciones diferentes a las que conocíamos hasta el momento, por ello, hemos de encontrar la forma de aprovechar las oportunidades que nos ofrecen y de estar bien atentos a posibles riesgos o amenazas. Las nuevas tecnologías son cambios que generan resistencias iniciales, pero a los que nos iremos adaptando, porque lo único constante en nuestras vidas es el cambio.