La mamá de Caldas que sacó los colores al Sergas y al Concello

Cristina Barral Diéguez
cristina barral CALDAS DE REIS / LA VOZ

PONTEVEDRA

emilio moldes

Breixo, su bebé, ya ha cumplido tres meses y ella ha retomado el trabajo como frutera ambulante por la comarca de O Morrazo

19 ene 2018 . Actualizado a las 08:10 h.

Pasó de ser una mujer anónima a convertirse en la cara de una lucha en la que no estuvo sola. Ocurrió hace unos meses en Caldas de Reis. El lugar y las condiciones en las que se desarrollaba el servicio de matrona en esta localidad llevaron a Patricia Campos Silva (Caldas de Reis, 1982) a dar la batalla. Lo hizo sola al principio y embarazada de siete meses. Recurrió a lo que se suele acudir hoy en día: las redes sociales. Su primer altavoz fue su Facebook. «Colgué una crítica al Sergas y al Concello por prestar un servicio indigno».

¿Cómo de indigno?, se puede preguntar alguien. Basta decir que el servicio estaba en el local de la antigua escuela taller, donde está el departamento municipal de Obras. No había ninguna intimidad para las mujeres en edad fértil, que además tenían que compartir el cuarto de baño. Tampoco había un correcto seguimiento del embarazo, con bajas encadenadas de la matrona titular y varias sustitutas.

La lucha de Patricia y sus compañeras acabó bien. Pero, ¿cómo lo recuerda hoy? «Esto tuvo una parte bonita. Nos conocimos e hicimos un grupito, donde nos ayudamos y seguimos manteniendo el contacto. La malo fue el desinterés de las Administraciones, el papeleo, la burocracia y el ver que las buenas palabras caían en saco roto», comenta Patricia.

Ella hace hincapié en que había que estar muy encima del tema y dar la matraca «día tras día». Cuando lograron que las recibiera el gerente del área sanitaria, José Ramón Gómez, Patricia no pudo asistir a la entrevista porque estaba casi de parto. «Fue la reunión más importante porque ahí nos dijeron que se iba a estudiar el cambio al centro comarcal y yo me la perdí. Pero mis compañeras lo hicieron estupendamente», dice todavía agradecida.

Horas después nacía Breixo, el primer hijo de Patricia y su pareja, Sergio. Fue el 1 de octubre. Señala que ese había informado un montón y que había conocido a muchas matronas que le hablaron del parto. Digamos que sabía la teoría. «Nunca te informan del después, del cambio que supone en tu vida diaria la llegada de una criatura. Todo cambia, incluso la forma de pensar, hay momentos difíciles, pero creo que el cambio, al menos en mi caso, fue para mejor».

Patricia ya está trabajando y cuenta con la ventaja de que Sergio se ocupa del bebé. Su empleo es como frutera ambulante por la comarca de O Morrazo y Ribeira. La tranquilidad de saber que Breixo está bien atendido es importante para ella. «Tiene ya tres meses y es duro. Yo quiero ser una madraza y quiero darle pecho hasta los cinco meses. Al trabajar tengo que sacarme la leche, pero la verdad es que tengo mucha ayuda de mi marido en casa y lo estamos llevando mejor de lo esperado». Patricia y el resto de sus compañeras del grupo Por un embarazo digno están muy orgullosas de haber logrado reunir 2.140 firmas en Caldas, un municipio que no llega a los diez mil habitantes. Claro que esa recogida de apoyos dejó también un montón de anécdotas y no todas buenas. No puede evitar reírse, aunque le parece increíble que en el siglo XXI sigan existiendo personas que piensan así. «De esas firmas solo el 10 % eran de hombres. Muchos nos decían que les parecía una idea fantástica, pero que era cosa de mujeres. Como si no fuera con ellos. Algunos después se sintieron mal y acabaron firmando. Recuerdo un hombre que no quiso firmar y que después del tirón de orejas de su mujer vino, y otro chico que llegó corriendo cuando ya las habíamos compulsado y no pudo firmar. Eso sí que me dio pena».

El 30 de octubre el servicio de matrona de Caldas comenzaba su atención en el edificio del centro comarcal. La lectura que queda es que era una demanda más que justa y que tampoco era tan difícil. Como aseguran las protagonistas, solo había que ponerse. «Se hizo en nada y se vio que se podía conseguir con acondicionar una habitación y poco más. La última vez que fui no funcionaba el ascensor, era la única pega». Patricia recuerda que la «oficina» del grupo Por un embarazo digno fue la mercería Hil-Arte. «Elvi nos ayudó mucho porque dejábamos allí las hojas para firmar. Todo esto fue una tarea colectiva». Ahí queda.