Los efectos del botellón en Pontevedra: «Invertimos en la zona vieja y ahora no podemos vivir aquí»

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

CAPOTILLO

Los vecinos se quejan de cómo queda la calle y el ruido «insoportable» hasta la madrugada

14 oct 2021 . Actualizado a las 18:41 h.

Los vecinos de la zona vieja están al límite. No pueden más. Cada vez que llega la noche, empiezan sus problemas. Primero fueron los de las calles Padre Luis y Laranxo los que se pusieron en pie de guerra contra el botellón, pero ahora son también los residentes del entorno de Valentín García Escudero quienes sufren los efectos del botellón. Gabriela Guerrero abre la puerta de su casa y reconoce que «anoche esto parecía un estadio, era insoportable». Y es que el ruido y la fiesta en la calle se prolongó hasta más allá de las cinco y media de la madrugada. «Invertimos tanto dinero aquí en reformar estas viviendas y ahora no se puede vivir». Manuel Vidal y su mujer Josefa aseguran que la situación es tan insostenible, que cada fin de semana se tienen que ir de una casa en la que pusieron mucho empeño en arreglar. Viven en el primer piso de un edificio de la plaza de Valentín García Escudero y ella no puede cerrar los ojos ni con tapones. «Esta noche me asomé a la ventana y estuve ahí viendo, eran más de las cuatro y había cientos de chavales bebiendo y cantando», explica.

Junto a ella, otros vecinos suscriben sus palabras. Abel vive de alquiler encina del Vétula Ponte y reconoce que todo empieza sobre las diez y media de la noche. La gente ya se agolpa entorno al pub Ítaca y apoya sus bolsas en la calle para comenzar el botellón. Es el principio de una noche que se prolongará casi hasta el amanecer. «Ayer el panadero, que vino sobre las cinco y media, me llamó sorprendido de como estaba la calle», dicen los responsables de uno de los negocios.

A media mañana todavía se notan los efectos del botellón. Los restos de la noche se veían y se olían en la calle y sobre todo, en un callejón, que cada día tienen que limpiar los vecinos porque «es que no podemos ni abrir las ventanas del olor que viene».

Bolsas del botellón en una noche de este mes de octubre en la zona de Valentín García Escudero
Bolsas del botellón en una noche de este mes de octubre en la zona de Valentín García Escudero

«Están desaforados»

Los vecinos reconocen que aunque siempre hubo bares de copas en la zona vieja, lo que ocurre ahora es inaceptable. «Nunca en mi vida había visto tanta gente como la que se ve ahora, es ruido, música y hasta peleas», dice uno de ellos, que cree que tanto tiempo encerrados ha provocado una especie de efecto rebote: «Están desaforados, como pasados de rosca». La mayoría son vecinos de la zona vieja por convicción. Invirtieron dinero en arreglar las viviendas y recuerdan que si acaban echándolos, el entorno se morirá. «Tenemos que irnos porque no podemos descansar, si volvemos es porque tenemos nietos, si no ya no estaríamos aquí», apunta Josefa y Manuel Vidal, que hace años se vinieron de una casa en Marcón a la zona vieja y ahora hacen las maletas muchos fines de semana para poder descansar. «Apoyo la cabeza fuerte contra la almohada y con la otra mano me tapo la oreja, pero ni así», lamenta este vecino de Valentín García Escudero, que además recuerda que «la zona vieja está como está de bien gracias a lo que invertimos». Mientras los vecinos lamentan el cariz que ha cogido el barrio, aparece una vecina más de la zona y se une a la conversación. Carmen Blanco ha enviado una carta al Concello de Pontevedra para pedir que se intente controlar una situación que es «insoportable, estamos agotados». En el documento hasta pidió que se cerrase un pequeño callejón para evitar «que ahí pase de todo».

Todos aseguran que ven pasar a la policía cada noche, pero tal y como explicaron el pasado lunes en el Concello, no hay ninguna denuncia. La Administración autonómica recalca que los cambios legislativos de la Xunta prohíben beber en la calle y no contempla ninguna excepción, por lo que no se puede habilitar el Pazo da Cultura, como se hizo en el 2008. Ante estas afirmaciones, los residentes de las zonas afectadas se preguntan: «Si no se puede beber en la calle sin excepciones, por qué aquí sí».

Ninguno de los residentes de esta zona, ni de Padre Luis y la calle Laranxo, donde se concentra buena parte del ocio nocturno, están en contra de que la gente se divierta, pero piden que no se beba en la calle y la actuación de la Policía Local cuando los vean haciéndolo. Alguno de los hosteleros reconocen que los agentes tienen un difícil papel. «El grupo hace la fuerza y a esa hora la gente anda muy pasada», reconocía Diego Amoedo, del bar Milano, en Padre Luis. Los locales piden que se actúe sobre los que están en la calle, pero reconocen que lo peor llega cuando ellos cierran. Para los vecinos la situación es cada vez más dura. Temen que si no se erradica, tengan que hacer las maletas.