Los pontevedreses que residen en el extranjero son ya 16.450

maría hermida / nerea garcía PONTEVEDRA / LA VOZ

POIO

CEDIDA

En el último año el censo de ciudadanos que están fuera aumentó en 435 personas

16 ago 2017 . Actualizado a las 13:27 h.

El número de pontevedreses que residen en el extranjero no deja de crecer. No en vano, en el último año aumentó en 435 personas. Tras esta subida, los últimos datos oficiales publicados señalan que el número de vecinos del municipio que viven fuera asciende a 16.450, una población equivalente a toda la que tiene un concello como Poio.

Uno de los motivos que hicieron disparar el censo de residentes en el extranjero fue la crisis. Conforme la recesión fue haciendo mella, más y más jóvenes se marcharon fuera para intentar buscar oportunidades laborales o formativas. Pontevedra no fue ajena a esa realidad. De hecho, en los años más duros de la recesión, como por ejemplo el 2011, el padrón de pontevedreses en el extranjero creció en 1.022 personas. Ahora que la recuperación económica parece tomar forma, la cifra empieza a suavizarse. Es decir, continúa creciendo el censo, pero lo hace a un ritmo un poco más lento. De hecho, en el 2016 fueron 521 los pontevedreses que se sumaron a ese pelotón de residentes en el extranjero y en el último ejercicio fueron 435.

El padrón de vecinos que viven fuera crece en todos los municipios de la comarca. La realidad de A Lama, un término donde la emigración tuvo siempre un peso específico enorme, continúan llamando la atención. En este municipio hay censadas en el extranjero un total de 2.289 personas mientras que la población de A Lama, según los datos del IGE, es de 2.587 personas.

En algunos municipios de la comarca, donde la población sufre una sangría año tras año, que aumente el padrón de extranjeros no deja de acentuar esa hemorragia. Sin embargo, las cosas pintan mejor en Pontevedra, puesto que aunque continúa subiendo el número de vecinos que se empadronan fuera, el municipio sigue igualmente ganando habitantes, aunque sea de forma muy lenta. Habrá que ver si con la mejoría de la situación económica las cifras revierten y vuelven a Pontevedra muchos de los jóvenes que hicieron las maletas hacia numerosos países para, en muchos casos, buscar trabajo en su sector.

«El cuerpo y mi cabeza me pedían aventura, cosas que me pusiesen a prueba»

El pontevedrés Joaquín Rivas, de 23 años, contaba ayer, mediante un largo correo electrónico, la historia de su marcha a Nueva Zelanda. Y lo cierto es que lo hacía de tal manera que parecía casi una novela. Explicaba él que vivía feliz con las rutinas de trabajo, estudio y entrenamientos -era el preparador físico de clubes como el Salgueiriños o el Cobres y jugaba en el Marcón- pero que por las noches buscaba en Internet vídeos de personas que habían viajado por el mundo. Un día, se convenció de que no podía perderse eso, que tenía que marcharse a alguna parte: «El cuerpo y mi cabeza me pedían aventura, cosas que me pusiesen a prueba». Eligió Queenstown, en Nueva Zelanda, de la que dicen que es la ciudad del deporte de aventura. En principio, quería estar allí únicamente seis meses. Pero lleva ya diez y solamente le apetece continuar con su odisea vital. Trabaja de camarero mientras mejora su inglés a marchas forzadas. Le maravilla el paisaje y el paisanaje. Dice que la vida es tranquila y la seguridad ciudadana total. Tanto, que él ni siquiera tiene llaves de su casa. Indica que todo el mundo deja las puertas y el coche abiertos sin que pase nada. Está buscando un segundo trabajo para ahorrar y continuar viajando.

«Me vine a Berlín a estudiar ingeniería de sonido, quizás me quede a trabajar»

Antonio Caballero, de 23 años, se marchó hace casi un año a Alemania con un objetivo muy claro: «Me vine a Berlín a estudiar ingeniería de sonido, quizás me quede a trabajar», señalaba ayer nada más empezar la conversación telefónica desde Alemania. Caballero indicaba que su ingeniería en España solamente se imparte en Madrid y algún otro punto, pero que él optó por una ciudad como Berlín por las oportunidades que ofrece a la hora de hacer prácticas o trabajar en estudios de grabación, que es su meta. «Aquí veo que hay muchas más oportunidades de trabajar porque hay muchos estudios y mucho trabajo relacionado con este mundo». De momento, en este primer año en el extranjero, se centró en los estudios y no los combinó con trabajo. Eso sí, los compatibilizó con lo que es para él casi una condición vital: su faceta de músico, donde se le conoce como Tony Kash. Indica que da conciertos «cuando se puede». ¿Echa de menos Pontevedra? «La morriña siempre está ahí, eso está clarísimo, claro que echas de menos cosas, sobre todo a la gente. Pero Berlín me está gustando muchísimo, está siendo una experiencia muy buena», indicó. Al preguntarle por el futuro, termina diciendo: «Ya veremos, quizás me quede un tiempo».