Un vino elaborado con espíritu monacal

Alfredo López Penide
lÓPEZ pENIDE PONTEVEDRA / LA VOZ

POIO

Ramón Leiro

El monasterio mercedario de Poio produce anualmente 3.500 litros de vino Albariño que comercializa

21 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde siempre, las paredes de los monasterios han sido espacios donde se elaboraban cervezas y toda clase de licores, pero también vino. Este es el caso del monasterio de Poio, donde la orden mercedaria cultiva vides, principalmente, de la variedad Albariño desde que hace ya más de un siglo -lo ocuparon después de que los benedictinos lo abandonaran en 1890-: «Se ha elaborado siempre para consumo de casa. Posteriormente, la producción se ha ido incrementando y, actualmente, esto ha derivado en el reconocimiento de nuestra bodega dentro de lo que es la Indicación Xeográfica Protexida (IXP) Ribeiras do Morrazo», explica Arsenio Rodríguez, padre superior de esta orden religiosa en Poio.

Reconoce que el adscribirse a la IXP es algo que ansiaban que fructificase, toda vez que funciona a modo de una suerte de denominación de origen a la hora de poder comercializar la producción anual con el marchamo de un sello de calidad. «Eso de vino de la casa, vino del país... cuando tienes una explotación como la nuestra asumes un riesgo y ahora tenemos un vino bien reconocido que, incluso, ya se ha llevado algún premio», destaca.

Arsenio Rodríguez confiesa que mucho conocimiento sobre vino no tiene, por lo que incide en el hecho de que sigue fielmente las recomendaciones que le trasladan desde Ribeiras do Morrazo. En cuanto al personal, la bodega conventual dispone de un empleado que se encarga de todo lo concerniente a estas instalaciones, mientras que desde la IXP les han asignado un enólogo.

En lo que se refiere a la producción anual, el monasterio de Poio elabora unos 3.500 litros de vino de uva Albariño anuales, si bien, hoy por hoy, las ventas que se realizan aún no son suficientes como para que la explotación «si no es rentable, no cause gastos».

La intención es que esta cifra se vaya paulatinamente incrementando. Por lo pronto, los monjes han iniciado la sustitución de muchas vides que estaban en mal estado o que no reunían las características más adecuadas por otras más jóvenes. «Vamos renovando poco a poco», precisa el padre Arsenio, al tiempo que alude a la posibilidad de solicitar autorización a la Xunta para ampliar los cultivos a parte de lo que antaño era la huerta. «Era la despensa del monasterio, pero ha dejado de serlo. La agricultura ha caído», reconoce en este punto.

En concreto, su intención es ocupar con vides lo que fue un vivero de castaños, actualmente sin uso. «Solo había dos viveros así en Galicia, pero una serie de problemas que tuve a nivel administrativo, ya que no todos los clones estaban identificados, y porque no encontré un laboratorio que fuese asequible o no asequible, condicionaron la venta y la decisión fue eliminarlo. Es algo que añoro, además de la demanda que había de plantas».

«No estamos mecanizados»

Uno de los aspectos más llamativos de esta bodega, en la que están ubicados unos depósito de acero inoxidable, se circunscribe al hecho de que «no estamos mecanizados -remarca el padre superior-. Lo único que tenemos es una prensa neumática que agiliza toda la cuestión del prensado de las uvas». De este modo, el embotellado del vino se realiza a mano «porque, dada la cantidad que producimos, no nos compensa adquirir maquinaria... por el momento», aclara.

En cuanto a las características de este blanco, Arsenio Rodríguez apela a los expertos que han tenido ocasión de catarlo para resaltar que no difiere mucho de los vinos que se producen en la comarca de Pontevedra y O Salnés con uva Albariño.

De igual modo, el monasterio dispone un pequeño número de plantas de la casa Mencía que les permite sacar adelante un pequeño volumen de tintos, «más que nada para consumo interno de la casa y de la hospedería, aunque también se comercializa porque está reconocido». Normalmente, se trata de una producción que se agota cada año.