Revuelta rural contra los «lombos»

PONTEVEDRA CIUDAD

Vecinos de diversas parroquias se rebelan contra el símbolo más icónico de la política del calmado de tráfico que el Concello de Pontevedra pretende extender

18 jul 2017 . Actualizado a las 12:53 h.

La manifestación vecinal del sábado contra la instalación de lombos en diversas localizaciones del cinturón de parroquias del municipio pontevedrés supone la escenificación de un movimiento de protesta hasta ahora desconocido en el rural. Hay síntomas inequívocos. Que el alcalde de la ciudad se haya apresurado a intentar desmentir a la nueva plataforma vecinal “O rural tamén existe”, alegando que el gobierno que preside «gasta cinco veces máis por habitante do rural que na cidade», evidencia el ansia de Miguel Fernández Lores por atajar un foco de protesta incómodo. Máxime cuando el propio Lores tiene a gala que reside en la parroquia de Marcón. Pero resulta innegable que el centro urbano ha sido el gran escaparate de las reformas que apenas salpicaron al cinturón periurbano. Y que los lombos que son el símbolo más icónico -también el más impopular entre conductores- lleguen con dos décadas de retraso a las parroquias, antes que la construcción de aceras, produce rechazo entre el vecindario.

Combate de fondo

No creo equivocarme al vaticinar que asistiremos a un combate de fondo. El Concello que cuenta para extender los lombos con la maquinaria y los cuartos de la Diputación gracias (una vez más) al crucial papel de César Mosquera desde la vicepresidencia de la institución provincial, no va a cejar en el empeño.

Conviene recordar que Lores y sus gabinetes están «afeitos» a los pulsos largos. En 1999, en pleno verano y recién posesionado, decidió arrancar con la peatonalización del casco histórico. Era una medida sin precedentes que supuso el inicio del «modelo de cidade» que ahora asume la mayoría de la ciudadanía pero que entonces también tropezó con una oposición activa y beligerante. Siguieron meses y años de un aluvión de críticas. También hubo manifestaciones de protesta contra determinadas medidas como el ensanche de aceras; la colocación de las almenas cuadrangulares; la reordenación del tráfico en el eje Peregrina, Sagasta, Fray Juan de Navarrete (el famoso «giro a la izquierda»), la restricción de plazas de aparcamiento e incluso la colocación de los primeros lombos en Fernández Ladreda y Campolongo. Ahora nos pueden sonar arcanas, pero la asunción de tales decisiones que impulsaron el modelo de ciudad ahora tan celebrado y premiado, no fue sencilla. Resulta evidente que la organización de un frente vecinal que aglutina malestares de Verducido, Xeve, Mourente, Salcedo o Tomeza refleja un grado de rechazo a los lombos muy beligerante. A juzgar por los decibelios de cabreo exhibidos por los manifestantes de ayer, la empresa no le va a resultar sencilla al gobierno local, que se somete a un test de esfuerzo cuya traducción en resultados podremos calibrar en los próximos comicios municipales.

Robo en el Museo

La sustracción del cuadro Vilamaior que trascendió dos años más tarde del suceso, sugiere aspectos chocantes en la gestión del caso. La noticia del robo del cuadro Vilamaior que acaba de ser admitida por el Museo de Pontevedra dos años después de la sustracción, me imagino que les habrá dejado tan perplejos como a mí tanto por el silencio que rodeó el asunto como por diversos matices que lo ambientan.

No se trata de ser cándidos y pensar que nuestro Museo esté a salvo de las garras de los depredadores de arte. La proliferación de robos de arte en todo el mundo es imparable. Pero en el caso de esta obra, un cuadro de pequeñas dimensiones pintado por el autor marinense Lino Villafínez en 1934, que estaba colgado en una de las salas del Sexto Edificio, hay aspectos ciertamente llamativos.

A la vista de las informaciones conocidas en esta semana, existen dudas sobre los tiempos que transcurrieron entre que se conoció el robo y la presentación de la denuncia en Comisaría; también se han filtrado ciertas extrañezas sobre el destino de las grabaciones de las cámaras de seguridad existentes, ya que las imágenes resultarían cruciales para que la Policía encaminase las pesquisas. En este aspecto querría resaltar lo que afirmó en declaraciones a La Voz de Galicia Ernesto Vázquez-Rey, secretario de la asociación Amigos do Museo y primera persona en dar la voz de alarma públicamente, a raíz del aviso de un anónimo. Para él «no hay duda alguna» de que el ladrón «contó con ayuda interna de alguien del personal del propio Museo», lo que genera mayor desconfianza. Y desde luego descarta un robo de pasamontañas.

Niveles de seguridad

Incluso parece que la incómoda situación que se vivía en el momento de los hechos en la cúpula de la propia institución, con un director de gestión impuesto políticamente, colocado para asfixiar al auténtico director que es el que sabe, entorpeció a la investigación. En cuanto al trabajo policial, su resultado en todo caso ha sido mediocre. Y aún resta otro ángulo: si Pontevedra se puede enseñorear de tener el mejor Museo Provincial de cuántos existen en España -según afirmación extendida en la comunidad museística nacional- los niveles de seguridad en los seis edificios que componen la institución deberían estar a la medida requerida. La aparente sencillez con la que fue robada la pintura Vilamaior de las paredes del Sexto Edificio, alimenta la duda.