Una trabajadora a la que le pagan con amor

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

RAMON LEIRO

La muerte prematura de una amiga le hizo abrir los ojos. Desde entonces, Virginia Álvarez es voluntaria de la AECC

26 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Que se muera alguien que tiene una edad similar a la tuya, que es tu gran amigo y que tuvo hijos prácticamente al mismo tiempo que tú es uno de esos palos de la vida difíciles de asimilar. Le ocurrió a Virginia Álvarez Abós hace ya bastantes años, cuando su amiga Carmen falleció a causa de un cáncer. «Me quedé muy mal, era muy joven, habíamos compartido mucho, son estas cosas que te marcan», recuerda. Hasta ahí, la historia es bastante común. Lo excepcional es lo que hizo luego Virginia. Decidió combatir la tristeza ayudando. «Fue como si abriese los ojos, como si me dijese a mí misma que tenía que ayudar a los demás, sobre todo, a las personas que como mi amiga padecían cáncer», explica. Así fue cómo se acercó por primera vez, hace ya quince años, a la Asociación Española contra el Cáncer en Pontevedra. Una vez allí, se ofreció voluntaria «para lo que fuese». Le tomaron la palabra. Vaya si se la tomaron. Continúa colaborando, sobre todo en el rol de administrativa. Tiene prácticamente horario de oficina. Uno bromea con ella sobre que es casi como una trabajadora pero sin sueldo, y ella afirma: «Me siento totalmente remunerada sin cobrar nada, recibo más de lo que doy. Conozco a gente excepcional, trabajadora incansable, que nunca deja de darte apoyo y cariño. El que ayuda ya tiene recompensa suficiente, te lo aseguro».

Vayamos a sus orígenes. Virginia, a la que no le importa abrir su vida en canal con tal de que se cuente también los proyectos que tiene en marcha la AECC, es de Burgos. Hija de militar -bromea al recordar a su padre, del que dice que no se quitaba los galones al cruzar la puerta de casa, así que en el hogar no faltaba la disciplina-, vivió en numerosos sitios. Y recaló en Pontevedra porque fue aquí donde se casó. Madre de tres hijos, trabajó como administrativa. Durante un tiempo combinó el empleo con su labor como voluntaria y luego ya se dedicó por entero a trabajar por los demás.

Dice que entrar en el mundo de la Asociación Española contra el Cáncer le cambió la vida. Que veía a los psicólogos, a las trabajadoras sociales ayudar a personas que llegaban desoladas por su enfermedad y pensaba «¿Cómo no se va a echar una mano a esta gente, si trabajan con un entusiasmo increíble?».

Organizando la marcha

Así que empezó a dejarse caer por la oficina. Al principio, poco tiempo, lo justo para participar en las cuestaciones. Luego, mucho más. Y ahora siempre que puede. Hace algo de todo. Ayuda a los trabajadores a organizar eventos, contacta con patrocinadores... ahora mismo está inmersa en la organización de la Primera Marcha contra el Cáncer de Pontevedra, que tendrá lugar el día 8 de octubre. Pasarse el día buscando quien lleve unos cafés a la meta, quien haga esto o lo otro le está descubriendo un mundo mucho más amable: «Te das cuenta de que hay muchísima gente dispuesta a ayudar y a facilitarle las cosas a los demás, es una maravilla, y eso te reconcilia un poco con todo».

Aunque reconoce que las horas no le sobran, hace algún tiempo decidió que todavía podía dar un poco más de sí. Y se involucró en Rodando, uno de esos proyectos que hacen de Pontevedra un sitio mejor; la iniciativa que tienen en marcha Pedaladas y Amencer para que personas con diversidad funcional, principalmente con parálisis cerebral, puedan dar paseos en bicicletas. Dice que le ocurrió exactamente lo mismo que con la AECC: «Vas allí un solo día, ves la fortaleza y la ilusión que tienen esos niños y el coraje de sus madres y piensas que tú no te puedes quedar en el sofá, que sería una cosa totalmente injusta, así que te pones a ayudar», cuenta. Insiste una y otra vez que su esfuerzo está más que recompensado. Y la voz se le quiebra al hablar de uno de esos niños a los que ayuda a montar en bici: «Me abraza muchísimo y se pone como loco de contento. Le ves la cara de ilusión y ya vale la pena todo tu día», dice.

En su causa voluntaria, además, va implicando a toda su familia. Reconoce que su marido se deja querer y que si le pide que se ponga a marcar la ruta que tendrá la marcha de la AECC se pone sin problema alguno. Asimismo, su hijo pequeño suele acompañarla al programa Rodando. «Se involucra un montón, entre los dos ayudamos con las bicicletas. Me parece importante que los niños participen en estas cosas», cuenta a media mañana, en medio de una de esas jornadas suyas, en la que todo está marcado por su labor altruista. Uno le pregunta si alguna vez desconecta, y dice que sí, que sin problema alguno. Se ríe y señala: «Es fácil, sales a andar o a montar en bici y ya estás relajado». Así de simple. Lo dice ella, cuyo nombre empieza por V de Virginia, aunque podría ser por V de voluntaria.