Una odisea irlandesa por obra y gracia de «Ophelia»

Antonio Garrido Viñas
antonio garrido VILAGARCÍA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

CEDIDA

Mariajo y sus compañeros de viaje acabaron en el aeropuerto de Faro cuando su destino de vuelta era Oporto

19 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

«Ophelia» pasará a la historia en Galicia por ser uno de los factores que agravó la ola de incendios que asolaron la comunidad el pasado fin de semana. Aquí lo notamos de refilón pero en Irlanda azotó de pleno y bien que lo saben Mariajo y sus compañeros de viaje. El plan era perfecto: aprovechar el puente para irse a Dublín a hacer algo de turismo y a tomarse unas pintas de paso. Y allá que se fueron Rosa, Roi, Laura Miguel, Manu, otro Roi, Paula y la propia Mariajo. Viajaron desde Oporto y llegaron a Irlanda sin mayor novedad. Cumplieron el guion a la perfección: hicieron turismo de día y tomaron sus pintas de noche. Y, por supuesto, se encontraron con algunas vilagarcianas emigradas en uno de los pubs de moda de Dublín por pura casualidad. «Allí estuvimos tan tranquilos», recuerda.

Todo estaba cerrado

Tocaba hacer las maletas para regresar a casa y fue cuando se presentó «Ophelia» y comenzó la odisea. Dos de los miembros del grupo subieron pronto al aeropuerto porque ya se temían lo peor. El día anterior ya se había suspendido algún duelo y era cosa de ser previsores para evitar algún disgusto. En la calle de su hotel estaba ya todo cerrado. Encontraron abierto un único bar. «Estaban un poco despistados. No sabían que estaba todo cerrado por culpa del huracán», dice Mariajo. Allí pudieron desayunar y luego cogieron el último autobús hacia el aeropuerto. Era el último porque el transporte público también se suspendió. Dublín se convirtió en una ciudad fantasma, agazapada a la espera de que pasara el huracán.

Al llegar al aeropuerto se encontraron con la desagradable sorpresa de ver en el panel de vuelos que el suyo estaba cancelado. El correo electrónico de Ryanair avisándoles de la incidencia les llegó más tarde. Tocaba hacer cola para intentar encontrar una solución. La primera que les ofrecieron era surrealista: esperar hasta el sábado -es decir, hasta pasado mañana- para poder coger un avión con destino a Oporto. Imposible. La segunda opción era todavía peor: de nuevo el sábado pero el avión los llevaría hasta el aeropuerto de Faro. También descartado, pero Faro abrió una opción: que tuvieran alguna plaza en el avión que salía apenas unas horas después.

«Que nos buscáramos la vida»

«Nos dijeron que allí nos buscáramos la vida», recuerda Mariajo. Eso fue lo que hicieron a partir de entonces. Pudieron colarse en el avión hacia Faro. El vuelo fue más tranquilo de lo que les dijeron y al llegar tuvieron que encontrar un lugar donde dormir. Son gente viajada, nunca mejor dicho, y no tuvieron mayor problema que comenzar a afrontar unos gastos que no estaban en el presupuesto inicial. Dos amigos que iban hacia Palma tuvieron mejor suerte y llegaron a su destino sin mayor problema.

La primera parte de la odisea estaba cubierta. Faltaba la segunda, llegar desde Faro hasta el aeropuerto Saá Carneiro, donde tenían su coche aparcado. Para ello cogieron un tren a las siete de la mañana que los dejó en Oporto cerca de la una de la tarde. Allí tocó subirse al coche y emprender el viaje de vuelta, con paradas en Vigo y Pontevedra porque varios tenían que trabajar y ya habían perdido toda la mañana. La aventura para Mariajo concluyó cerca de las seis de la tarde del martes. Tienen guardados todos los recibos de los gastos extra y la pequeña esperanza de poder recuperar algo de ese dinero que tuvieron que gastar a mayores.

Mariajo también perdió una jornada laboral pero no las ganas de viajar. Eso sí, quien viaje con ella debe saber que está abierto a que cualquier cosa le pueda pasar. En aquel mítico caos aéreo que había causado el volcán islandés (el impronunciable Eyjafjallajökull), Mariajo fue una de las pasajeras que se vio afectada. «Nos dejaron tirados en Madrid y tuvimos también que buscarnos la vida. Y, además, no nos devolvieron el dinero», recuerda.

La primera solución que les ofrecieron fue esperar en Dublín hasta pasado mañana

Al llegar a Faro tuvieron que buscarse la vida por su cuenta para poder dormir