El peregrino al fin sabrá que el modelo peatonal no es un timo

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Ramón Leiro

La marca Pontevedra se hace notoria en la ruta xacobea con el arreglo de Virxe do Camiño y las obras en marcha o en ciernes

23 feb 2019 . Actualizado a las 20:34 h.

El modelo de ciudad pontevedrés es conocido ya hasta en las Antípodas, después de que una televisión australiana viniese hasta la Boa Vila seducida, como otros muchos medios de comunicación del mundo, por el asunto de la peatonalización. Así, seguramente, muchos de los miles de peregrinos que cada año pasan por la capital del Lérez, habrán oído hablar de la ciudad amiga de los peatones y los niños antes de venir a Pontevedra. Sin embargo, lo que se topaban ante sus pies al hacer el tramo urbano del Camino de Santiago no era precisamente lo que les habían contado. La cosa está cambiando, para bien, a golpe de obras. Y el modelo de ciudad al fin se cuela a lo largo y ancho de la ruta xacobea. Recorrámosla.

Empezamos en la calle Gorgullón, ahora mismo convertida en un zafarrancho de obras. En cuanto esté hecha la mejora, la zona pasará a tener plataforma única y tratará mejor a los peatones. De momento, tal y como pasaba ayer, en este tramo los caminantes sortean los coches, las bicis y todo lo que venga.

La cosa cambia al llegar a Virxe do Camino, una calle que ha cambiado completamente de cara recientemente, que ahora es de prioridad peatonal y que tiene servicios, como luminarias, de esos que ayudan a poner de gala el espacio público. La alegría se nota entre quienes caminan, entre los que se paran a descansar junto al renovado cruceiro y, sobre todo, se vislumbra en la cara de los hosteleros. «Está muy bien, hay mucha más gente caminando por la calle y en cuanto venga el verano lo vamos a notar muchísimo. Todo el mundo está pensando en poner terrazas», indica Mar, desde Toripollo.

Luego toca cruzar por la calle Peregrina y meterse de lleno en la zona monumental. Y ahí sí que ya hace tiempo que luce el modelo peatonal. Lo que se nota, con respecto al Camino, es que cada vez hay más negocios que le hacen guiños al peregrino; desde la farmacia que se ofrece a curarles los pies hasta quien les vende la «lotería del peregrino» o quien oferta masajes para relajar el cuerpo tras tanto trote.

La ruta va conduciendo al peregrino por la calle Real. Y, a su término, los caminantes se encuentran el ya conocido lío de señales. Hay alguien empeñado en que la ruta pase por determinado callejón que se dedica a pintar flechas y más flechas en una pared. Lo único que consigue, tal y como denuncian algunos vecinos, es que el espacio público luzca más sucio de lo que debería. Ayer, pasando esa zona, ya llegando al puente de O Burgo, caminaba Chloé Caron, de Canadá. Era la segunda vez que pisaba España. En la anterior ocasión solamente visitó Barcelona y Baleares. Y, en este viaje, se decantó por el Camino Portugués. Iba feliz: «Beautiful, beautiful», señalaba una y otra vez al preguntarle por la Boa Vila.

Chloé cruza un puente de O Burgo donde los coches todavía mandan. Lo harán por poco tiempo. Ella quizás no lo sepa. Pero si esta canadiense vuelve a Pontevedra se topará con que O Burgo también habrá cambiado.