SANDRA FAGINAS
Jefa de Suplementos

Olga Blanco tiene 36 años y descubrió hace solo cuatro años que era una mujer con un cociente intelectual superior a la media. Siempre se sintió -dice ella- un bicho raro, sobre todo de niña, cuando notaba que no encajaba con los compañeros de colegio. «Era muy curiosa, me encantaba aprender, y sí recuerdo que con 7 y 8 años mis compañeros me llamaban de manera despectiva ‘rata de biblioteca’». Olga es de Pontevedra y pertenece, en sus propias palabras, a una familia «humilde», y aunque su madre fue durante toda su vida un apoyo para desarrollar esa curiosidad, su economía no les permitió nunca que Olga pudiese estudiar una carrera.

«No había medios, pero mi madre me motivaba en lo que podía, con libros, con música, de la manera que ella veía que creía y que yo necesitaba, pero nunca supo que yo tenía altas capacidades, se murió sin saberlo». Ese paso personal fue muy posterior. A Olga, ya de adulta, le entró la curiosidad y a través de la asociación Mensa, que ofrece la posibilidad de diagnosticar ese cociente a través de un test, confirmó sus sospechas. Esa información la ha reorientado interiormente porque, según apunta, le ha dado mucha seguridad.

«Disfruto de mi oficio»

«Cuando lo supe sentí que entendía cosas de mí misma, aspectos que antes no me cuadraban y me ayudó mucho, me hizo comprenderme», asegura Olga que a día de hoy trabaja como mecánica de coches y disfruta con su oficio una barbaridad. Hasta el punto de que lee todo lo que sale sobre el tema con esa voracidad propia de las personas que tienen alta capacidad intelectual. El test de Mensa, que realizó Olga, no es una prueba cultural ni para la que se necesite un conocimiento específico, por eso funciona en cualquier tipo de persona, con más o menos formación, y da todas las garantías de un resultado fiable.

«A mí me encantaría ser tornera, y por supuesto me hubiera gustado estudiar una ingeniería, pero no pudo ser en el momento y ahora con una niña pequeña de dos años me va a resultar un poco complicado, pero nunca se sabe, porque yo, si me propongo algo, lo acabo», dice con rotundidad esta mujer orgullosa de manejar el mecanismo interno de los coches.

Ella es de las que desmonta tópicos y estereotipos, también sobre los que creen que las personas con una mente prodigiosa son profesionales de un determinado perfil: astrofísicos, profesores de universidad o frikis que viven escondidos en un mundo propio. Por eso Olga quiere romper una lanza en favor de quienes tienen, como ella, una capacidad intelectual superior a la media, gozan de una vida familiar feliz y trabajan en ámbitos en los que no se exige un título universitario.

UN RADAR PARA EL ENTORNO

«Yo fui muy buena alumna hasta el instituto, luego ahí la cosa vitalmente se complicó y tuve una crisis. Después, pasado un tiempo, retomé mis estudios y terminé el ciclo de mecánica, que me ha permitido trabajar en algo que me encanta», explica Olga, que no obstante sí se identifica con esas personas que se meten a fondo en un tema cuando les gusta algo. «Si el tema me motiva, soy capaz de leer todo lo que hay sobre él, entro en una especie de bucle obsesivo que me adentra en ese terreno a tope». La contrapartida -añade- es que si no se despierta esa emoción, si no hay algo que la motive, se desconecta y no demuestra ni el más mínimo interés.

«Yo soy introvertida, y creo que debido a esta condición intelectual que tengo de alguna manera me fui haciendo una coraza, porque me sentía rara, distinta, como que no encajaba, que estaba fuera. Lo que sí creo es que, pese a esa dureza que he desarrollado, tengo una especie de radar para el entorno. Una percepción particular, y no suelo equivocarme con la gente, enseguida la sitúo y tiendo a acertar con mi primera impresión», apunta Olga, que también reconoce que en esa capacidad superior no le cuesta en absoluto entender los conceptos nuevos. «Digamos que lo pillo todo a la primera, en esa cualidad sí me reconozco, te mentiría si dijese lo contrario», pero por lo demás -apunta- no es algo que una vaya diciendo en alto. «Mi pareja me vacila mucho de broma, pero a mí haber sabido que tengo altas capacidades me ha servido y creo que si esto me lo hubiesen diagnosticado cuando era pequeña, me hubiera entendido más a mí misma». «Ojalá esto pueda ayudar a que otros lo descubran», concluye.