«Visitaba a mi padre en Pontevedra y en 24 horas se fue a Monforte»

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

CAPOTILLO

El cierre inminente de Santa María deja situaciones muy drámaticas entre los familiares

10 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

«Por tu voz alegre entiendo que no recibiste ninguna llamada, ¿verdad?». Este es lo que escuchó Erika Iglesias al otro lado del teléfono cuando descolgó la llamada de la trabajadora social del sanatorio Santa María. Su padre estaba ingresado en este centro desde el pasado 28 de enero por una tetrapasia espástica, una parálisis que afecta a prácticamente todo el cuerpo. Esa llamada que recibió esta familia de Redondela le informaba de la peor de las opciones. El sanatorio cerraba y sería cuestión de horas que su padre tuviese que volver a casa, una opción inviable para esta familia humilde que convive en un mismo hogar con menores y un mayor a su cargo. «El mismo día que nos llamaron de Santa María nos dijeron que le habían concedido una plaza en la residencia de Monforte», explica Iglesias, que reconoce que no pudo contener las lágrimas cuando supo que desde el martes su padre estaría a dos horas y no a veinte minutos, como fue ahora.

A pesar de la desgracia, tanto ella como su madre, Loli, están tranquilas sabiendo que estará bien atenido. Esa paz contiene el fuerte dolor que sienten desde que el pasado 22 de diciembre un fatal accidente en casa dejó a Salvador Iglesias, un abuelo alegre, sin movilidad. Se cayó para atrás cuando al cerrar la puerta del trastero de la casa de su madre se quedó con el pomo en la mano y perdió el equilibrio en las escaleras precipitándose desde una altura considerable. «No habla y no sé si me reconoce, pero le enseño los vídeos de los nietos y los ojos se le llenan de lágrimas», apunta Erika.

El inminente cierre del sanatorio de Santa María apenas le dejó margen de maniobra. El Sergas ordenó que el jueves 10 de junio fuese el último día de actividad. Apenas tuvieron una semana para reubicar al medio centenar de pacientes que residían en este centro y para los que el Sergas «está aportando alternativas asistencias». Erika y su familia recibieron la llamada el lunes y al día siguiente, su madre tuvo que irse en ambulancia para Monforte porque el traslado le exigía acompañante. Casi no les dio tiempo ni a firmar que aceptaban la plaza. Fue todo tan rápido que llevaron los papeles al mismo tiempo que el paciente. Le hicieron una pequeña maleta y en 24 horas estaba en su nuevo hogar. «Antes podíamos verlo un día a la semana, ahora está a dos horas y solo podremos entrar un familiar en cada visita. Nos dejan tres a la semana, pero nosotros no conducimos», explica Erika, que se entristece viendo como su vida dio un giro en solo seis meses.

Después de que su padre estuviese ingresado en el Álvaro Cunqueiro, su vida fue una odisea burocrática. Lo enviaron a Santa María ante la imposibilidad de poder atenderlo en su domicilio y ahora a Monforte. «Pedimos el traslado a Vigo para que el día que haya una plaza libre podamos tenerlo muy cerca», comenta Erika, que se erige como la portavoz de una familia tan trabajadora como humilde. «Iba a ir el viernes y le dije a mi hermano ‘vete tú’, que yo voy para la semana. Y ahora lo tengo a dos horas», lamenta la hija de Salvador Iglesias.