Adiós a Guillermo Fontoira, el arquitecto de Pontevedra «muy de su madre» que soñaba a bordo de su barco

Nieves D. Amil
Nieves D. Amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Guillermo Fontoira, junto a su perrita Frida
Guillermo Fontoira, junto a su perrita Frida

Este pontevedrés de 48 años era hijo del conocido arquitecto Rafael Fontoira

28 mar 2023 . Actualizado a las 16:40 h.

Si había algo que le gustaba a Guillermo Fontoira era el mar. Si tenía un hueco en su agenda lo aprovechaba para salir a navegar por la ría de Pontevedra o para entonar algunas de las canciones de Silvio Rodríguez, uno de sus cantautores favoritos que siempre estaba dispuesto a tocar con su guitarra. Pero no era lo único para lo que buscaba tiempo este pontevedrés de 48 años. Le gustaba disfrutar de sus amigos y de su familia, en espacial de su madre Marianick Marzin, que lo recuerda con el mismo amor que él le dio toda la vida. «Era muy madrero, muy de su madre», dice ella desde la casa de Sanxenxo en la que vivían desde la pandemia. Ella y su marido, el arquitecto Rafael Fontoira, se mudaron a su vivienda de Areas con dos de sus hijos, uno de ellos era Guillermo, después del covid. «Aquí están los recuerdos más bonitos de mis hijos, en esa casa está su corazón», explica Marianick. Juntos tenían grandes conversaciones a diario, especialmente en esta última etapa de su vida, donde su madre se convirtió en un pilar todavía más importante.

Su adiós deja un vacío grande en la familia Fontoira, pero también en todos los amigos que veían un Guillermo ese hombre «honesto y con valores» que siempre les tendía una mano. Hasta les arreglaba las motos. Y es que este arquitecto pontevedrés también disfrutaba desmontando y montando las motos. Era su afición y no dudaba en arreglársela a quien se lo pidiese. En su entorno le decían de broma que debería cobrar, pero siempre respondía lo mismo. Lo hacía gratis porque le gustaba y era para sus amigos. Esa solidaridad la mantuvo intacta hasta el final de sus días. Salir a navegar, arreglar las motos, jugar con su perra Frida (murió hace un tiempo) y cuidar su colección de relojes ocupaban parte de su ocio. 

En el trabajo era tan meticuloso como en su vida personal. Creció junto a su padre, Rafael Fontoira, que fue durante más de treinta años arquitecto de Patrimonio Histórico Artístico y fundador, director y profesor de la Escola de Canteiros, de la Diputación de Pontevedra. Con una sensibilidad especial para la arquitectura, Guillermo, después de licenciarse y hacer un máster de Protección del Patrimonio, trabajó en la restauración de muchos edificios junto a su maestro. Aunque el estudio lo tenía en Pontevedra, el grueso de sus obras están en la zona de Sanxenxo, donde construyó decenas de viviendas unifamiliares. «Hasta hizo una casa en Moldavia», recuerda su madre con cariño. Uno de sus primos se casó con una chica moldava y contrató a Guillermo para que convirtiese la idea que tenía en la cabeza en su hogar.