El adiós de Tito de la Peña, una perfumería histórica de Pontevedra que ya no puede más: «Las grandes cadenas e internet están matando al comercio pequeño»
PONTEVEDRA CIUDAD
El patriarca de este negocio familiar empezó en los cincuenta como dependiente en Godoy, con quien se asoció años después. En los ochenta siguió solo
02 abr 2024 . Actualizado a las 19:57 h.Los escaparates de las dos perfumerías de Tito de la Peña en Pontevedra anuncian descuentos. Algunas de esas rebajas son del 40 %. Las tiendas se van vaciando sin reponer sus estanterías. Después de casi 40 años trabajando bajo ese nombre comercial, este histórico comercio de la ciudad cerrará sus puertas. Detrás del mostrador de la tienda de la calle Oliva está Teté de la Peña, hija de su fundador. En un papel trae anotadas las fechas más importantes de un negocio que conoce desde niña. Se las sabe de memoria, apenas tiene que echarle un ojo a lo que apuntó. En este martes lluvioso, la tienda abre sus puertas con poco movimiento. Tampoco lo hay en la calle. Ella ha empezado a tachar los días del calendario para el cierre. «Tomamos la decisión en marzo porque la competencia de las grandes superficies está matando al comercio pequeño. Hasta hay guerras de precios entre ellos», apunta Teté de la Peña en un mostrador en el que ofertan tres pinzas del pelo por el precio de dos. Tito de la Peña tiene una perfumería en la calle Oliva y otra en Castelao. Cerrarán las dos. A la fuerte competencia que se multiplicó en el entorno se suma el impacto de internet en estos negocios de toda la vida que crecieron apoyados en el trato personal. «Valoramos dejar una de las tiendas abiertas, pero al final decidimos cerrar las dos. Llevamos una temporada con caída en las ventas y hay que reconocer que cuando las cosas no funcionan, no se debe seguir», explica de la Peña.
Teté está en la calle Oliva y su hermano Enrique, en la de la calle Castelao. Ambos crecieron viendo como sus padres hacían grande un negocio que comenzó siendo una droguería. Aunque bajo el nombre de Tito de la Peña abrió a finales de 1988, la realidad es que el patriarca llevaba décadas en el sector. «En 1954 mi padre comenzó a trabajar en Godoy, que era como se llamaban antes. Apenas tenía 14 años y estuvo así hasta que en 1976 se asociaron», apunta. No fue hasta finales de los ochenta cuando Tito de la Peña abrió muy cerquita de donde está ahora en la calle Oliva. «Al principio solo era una droguería, pero cuando mi madre se involucró en el negocio empezamos a meter perfumería y complementos», añade. Y apenas una década después inauguraba su segundo local en la ciudad. «La tienda de la calle Castelao era preciosa, estaba decorada con fotos y en madera», reconoce Teté sobre el negocio en el que trabaja su hermano.
Fue hace diez años cuando decidieron trasladar unos metros la tienda de la calle Oliva. Pasaron del número 2 al 24, donde resistirán hasta el final. No saben con exactitud cuando cerrarán las puertas para siempre, pero prevé que hasta finales de mayo puedan seguir abiertos. Ya han informado a sus proveedores del adiós y a muchos de sus clientes. «Algunos llevan muchos años con nosotros», explica Teté, que asegura que a sus padres les da mucha pena tener que cerrar un negocio al que le dieron vida. «Participaron mucho en las dos tiendas y les gustaba pasar por aquí», señala.
A la hija de Tito de la Peña le quedan todavía siete años para jubilarse, pero no quiere pensar en eso. Ahora siente tener que dejar el comercio porque es de esas dependientas a las que le gusta aconsejar a sus clientes. «Ese trato cercano es la ventaja del pequeño comercio», dice Teté, que es de las que disfruta levantándose cada mañana para ir a trabajar. «Cuando se acaban las vacaciones no soy de las que se amargan por tener que volver, a mí me gusta», comenta después de 34 años al frente de la tienda. Dejó su carrera de empresariales para seguir los pasos de su padre. Y pese a las idas y venidas del comercio pequeño, nunca se ha arrepentido de haber dado ese paso. Tampoco este último que ha tomado. «Solo quiero agradecer el trabajo de los empleados, todos fueron unos grandes profesionales para estar de cara al público», reconoce la hija de uno de los impulsores de uno de esos negocios de toda la vida en Pontevedra, que como tantos se ha visto obligado a cerrar sus puertas.