El Obradoiro perdió por la mañana en Sar ante el Gran Canaria y confirmó su descenso a la Leb Oro. Para salvarse necesitaba un milagro, es decir, ganar los tres últimos partidos y que el Lagun Aro cosechase tres derrotas. Pero aunque el equipo que prepara Curro Segura hubiese superado a los isleños en la capital gallega, por la tarde se hubiese consumado igual el descenso al derrotar el Lagun Aro al Granada.
Fue la crónica de una muerte anunciada. Nadie esperaba el milagro. Seguramente ni en el propio club soñaban con la carambola en esta recta final, sobre todo porque el equipo demostró en los últimos meses una falta de motivación alarmante y un caos interno poco común en una competición de élite como es la ACB.
El Obradoiro hace meses que perdió el rumbo. Desde los despachos fueron incapaces de gestionar la crisis y desde la pista nadie dio un paso al frente. Las históricas tardes que ofrecieron los obradoiristas ante Real Madrid, Joventut y Unicaja no se pudieron repetir en la segunda vuelta.
Las lesiones mermaron el potencial del equipo. En eso coinciden casi todos, aunque con matices. Por ejemplo, Pepe Casal señala que tantas lesiones en un equipo de élite no es por mala suerte. Entiende que no se puede tener un preparador físico a media jornada y que algunas lesiones se pudieron haber evitado de trabajar con mayor profesionalidad.
Pero lo cierto es que el Obra de la primera vuelta en nada se parece al de la segunda. En plena borrachera de éxitos en el cinco inicial del equipo estaban Stanic, Vasileiadis, Hettsheimeier, Djedovic y Terry. Con este quinteto y con Jackson el Obra venció consecutivamente en el Multiusos de Sar al Bilbao y al Joventut, y casi se metió en la Copa del Rey.
En la segunda vuelta solo se ganó un partido. Fue en la capital gallega ante el Lagun Aro. Con un quinteto formado por Alfonso Sánchez, Vasileiadis (se lesionó un par de semanas después), Bulfoni (pasó a jugar más de treinta minutos por partido), Pasalic y Massey.
Los fichajes
Independientemente de las lesiones, para otros, como por ejemplo para el presidente José Ángel Docobo, la marcha de Jackson fue «una de las claves» de la pérdida de identidad de un equipo que en la primera vuelta enamoró a toda la ACB. Para más de uno la mala gestión de los refuerzos acabó por hundir al Obradoiro.
El fichaje de Massey fue otra de las causas que provocó el caos interno y externo. Fue una de las razones por las que se le abrió la puerta de atrás a Miguel Juane y por las que Javier Laíño presentó su dimisión y abandonó a Docobo.
Los problemas del Obradoiro vienen desde el verano, pero empezaron a airearse a raíz del cese de Juane. El presidente y el director general nunca tuvieron una buena relación, aunque el máximo madatario señala que «ni Docobo ni Juane son los que meten las canastas». Lo cierto es que desde entonces, desde que se confirmó el despido del directivo, el día a día del club fue un auténtico calvario. Tonecho Lorenzo habla de «turbulencias institucionales». Los resultados empazaron a darle la espalda al equipo y ya nadie fue capaz de frenar la caída. El Obra compitió al borde del precipicio durante muchas semanas, tanto en los despachos como en la pista. Y al final el sueño de la ACB se desvaneció.