El fondo de regulación de ascensos y descensos puede ser un mecanismo interesante para amortiguar las consecuencias de una eventual pérdida de categoría, ya que el club afectado está en disposición de recuperarlo si se ve en esa tesitura. Lo de la cuota de entrada es otra historia, para estudiarla con calma, porque es muy cara la exigencia y no se perciben tan claramente las contraprestaciones.
Ciertamente, la ACB es una competición atractiva y bien organizada. Pero pagar por participar en ella no es como pasar por caja para hacerse socio de un aeroclub o de un club náutico, porque en caso de descenso el afectado deja de pertenecer a la ACB y no le devuelven el dinero. Además, hay nubarrones en el horizonte. Los ecos de que la Euroliga quiere hacer una competición cerrada suenan cada vez con más fuerza. Y las prospecciones que está haciendo la NBA para crear una división europea solo pueden encontrar un freno: que haya dudas sobre la viabilidad económica del proyecto.
Son dos serias amenazas para la ACB que, no obstante, mantiene sus exigencias. Y el Obradoiro hace bien en luchar por aclarar cuáles son esas exigencias en su caso, ya que la suya es una singladura muy singular. Que en su día lo apartasen injustamente de la máxima categoría le supuso muchos quebrantos. Quien sabe si el de ser socio fundador de la ACB.