Dos ciudades

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO

21 ago 2017 . Actualizado a las 23:04 h.

La noche te devuelve la ciudad sin ruidos, sin gritos, sin risas ni llantos. Tal como es, como ha sido siempre. La Rambla, el Camino, una aventura sin fronteras, de acogida, de encuentro y abrazo. Una identidad común. El bullicio turístico que lo abarrota todo se retira y entonces la ciudad deja sentir su latido. A un lado, el Raval integra todas las etnias, los que subieron la Rambla en busca de futuro y encontraron convivencia, donde las fachadas están tan juntas que aislarse no tiene sentido, donde las plazuelas que aún no han sucumbido en todos sus soportales al pincho y la caña para turistas low cost se reivindican como reductos de encuentro multicultural. Al otro lado, el gótico monumental, los rincones literarios, el centelleo del cine que fue de barrio, los remansos de las horas perdidas que apenas se resisten a la apisonadora comercial y hostelera. En medio, la Rambla es una columna que sustenta todos los mundos posibles, aun extenuada por las pisadas del mundo entero que solo dan un respiro de madrugada, cuando se transforma sórdida o brillante, desgarrada o íntegra, fascinante siempre. No hay terrorismos que puedan socavar esa catedral de humanidad, ni la edificada durante mil años con la energía aportada a lo largo de la columna vertebral de Europa. Después de Barcelona y Cambrils, la seguridad en Santiago se siente como la viven los peregrinos en la cola de la basílica, con la resignada normalidad de quien no está exento de la demente lotería del dolor. Podrán causar dolor, pero quedarán indemnes nuestros monumentos de humanidad y el latido vital, cotidiano, de la ciudad. Arroparnos en ellos nos aporta fortaleza.