Los patos

Mario Beramendi Álvarez
Mario Beramendi AL CONTADO

SANTIAGO

20 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay momentos en los que la vida se detiene en un simple paso de cebra. En realidad, es solo un instante fugaz y maravilloso, pero hasta parece largo y eterno, como suspendido en el tiempo, como si alguien hubiera congelado la imagen de un vídeo. No muy lejos de donde vive mi padre hay un estanque y un parque que se encuentra dividido por una pequeña calzada. Allí, en la acera, se levanta una señal amarilla con el dibujo de unos patos, y una advertencia que dice: «Déixaos cruzar». A veces, los animales salen del agua para atravesar la carretera. Se colocan de forma paciente y, como si lo hubieran ensayado, pasan al otro lado. Es una coreografía insuperable, una fila recta y disciplinada. Los patos marcan el paso, felices, con naturalidad, igual que si estuvieran grabándolos. Así les vi el otro día, en su Abbey Road particular, como una banda inmortal.

En ese instante, todo se para. El mismo conductor que antes pitaba apurado en el semáforo se encuentra ahora detenido en el paso de cebra, fascinado con el desfile. Ya no tiene tanta prisa. Igual que los transeúntes. Un ambiente de quietud ante una procesión meticulosa, y con los viandantes como si les hubieran puesto un sofá en la acera para ver un documental de sobremesa en La 2. Esa impecable procesión de patos nos hipnotiza, pero también nos señala y nos sienta en el banquillo: por nuestros malos modos, por nuestras prisas absurdas hacia no se sabe dónde y porque, en realidad, muchas veces, olvidamos que también somos animales. Tal vez podamos aprender más de ellos que de los de nuestra propia especie.