«¿A quién le importan tres kilómetros más?»

Susana Luaña Louzao
susana luaña SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

XOAN A. SOLER

La mayoría de los peregrinos no son conscientes de que al llegar a San Marcos se apartan de la ruta oficial del Camino

16 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Un diseño unificado para que los peregrinos sepan que el tramo por el que transitan forma parte del Camino de Santiago. Ese es el principal objetivo del proyecto en marcha, y para muestra, un botón. El botón está en San Marcos, donde la ruta de entrada por el Camino Francés se ha visto modificada por las obras de la AP-9 y el desvío al que obliga el derribo del puente de San Lázaro. Tres kilómetros que suman a sus desgastadas botas y al recorrido oficial y del que la mayor parte de los peregrinos no son conscientes porque no fueron informados y porque ellos se limitan a seguir las señales, y las señales los dirigen hacia el Monte do Gozo y de ahí, por el periférico hasta que desembocan de nuevo en la ruta oficial a la altura de San Lázaro.

De todo hay. Desde el despistado que ni conoce el trazado ni el idioma y sigue hasta la zona cortada, al que llega exhausto y resopla cuando se le dice que va a tener que subir la cuesta del Monte do Gozo, que no estaba en el programa oficial, y añadir tres kilómetros más a sus mochilas. Pero a la mayoría no les preocupa y con las torres de la Catedral en lontananza, los bríos y la emoción se revitalizan.

Entre los primeros, tres mujeres italianas que se meten en la boca del lobo; es decir, en el tramo cortado. Entre los segundos, dos jóvenes andaluzas que no pueden evitar un resoplido cuando se les dice que al centenar de kilómetros que llevan encima tendrán que sumar otros tres cuesta arriba sin premio extra en la compostela. «Pero si estamos deseando llegar ya, que venimos sin descanso desde O Pedrouzo», se quejan Alba y Marián con su gracia malagueña.

En cambio, una familia venezolana que cruzó el charco con la vista puesta en la tumba del Apóstol no le da importancia al desvío. «Para un caminante que decide recorrer cientos, trescientos, quinientos kilómetros, tres más no son nada. ¿A quién le importa?», se pregunta Edi Ramírez, que va de avanzadilla junto con dos sobrinos y un hijo. «Además, el paisaje es muy bonito y el tiempo, muy bueno. Es refrescante llegar por fin y ver la ciudad», dice sonriente. Tomaron un avión en Caracas, aterrizaron en Madrid, cogieron un coche hasta Sarria y de allí emprendieron la ruta hacia Santiago. Lo hacen para llegar a la misa del peregrino y oírla en homenaje del hermano, del padre, del tío de los caminantes, fallecido hace dos meses. «Lo hacemos por mi padre, por los pecados que haya tenido», dice Edi, sobrino del experimentado guía que ya es la segunda vez que hace la ruta. Con ese plan, tres kilómetros más son peccata minuta.