Ruco

Cristóbal Ramírez

SANTIAGO

22 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Un viejo axioma de esta profesión reza que los periódicos no están para hablar de los periodistas. He respetado eso toda mi vida profesional. Pero hoy voy a hacer una excepción con el fin de recordar mis orígenes, allá por 1970. En junio de ese año, y por indicación de un amigo de mi madre, llamé a Arturo Lezcano, más conocido como Ruco, redactor jefe del desaparecido Ferrol Diario. Me invitó a hablar en su casa y allá fui preparado para una entrevista seria y quizás tensa. No fue así: la casa, con niñas muy pequeñas, era un lugar relajado habitado por una pareja feliz que me recibió como si fuera de la familia.

Yo quería ser periodista y Ruco me metió en Ferrol Diario, donde trabajé aquel verano. Ourensano muy culto que procedía de la tertulia de Vicente Risco, poseía un enorme conocimiento de la literatura y la intelectualidad gallega. Socialdemócrata y por lo tanto opositor a la dictadura, escribía una sección bajo el cliché de Entrelíneas, y es que entonces había que escribir así, entrelíneas, diciendo pero sin decir para que el Ministerio de Información no dispusiese una multa, cosa que hacía a las primeras de cambio. Luego coincidimos largos años en este periódico en el cual entré con su recomendación a su primo, otro gran periodista de nombre Armando Fernández-Xesta. Hasta su jubilación, Ruco demostró cómo desempeñar día tras día un trabajo riguroso aferrado a los hechos.

Excepto al mío, cuando toque, no asisto a entierros. Espero que Ruco sepa perdonarme que mientras lo recibe la tierra yo me dedique a redactar estas líneas. Van con todo mi amor a un hombre que fue un gran amigo y sin el cual yo no sería lo que soy y he sido toda mi vida: tan solo un periodista.