Odisea en la línea 6 de bus urbano de Santiago: «Vinte minutos esperando e déixante fóra»

cinthya martínez, s. l. SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Sandra Alonso

La supresión de la lanzadera a Lavacolla dificulta el acceso vecinal a esa ruta

09 ago 2022 . Actualizado a las 22:03 h.

La entrada en vigor del Plan de Transporte Público de Galicia puso fin, el pasado diciembre, al servicio de bus lanzadera entre Compostela y el Aeropuerto de Santiago-Rosalía de Castro. La concesión, que se encontraba en manos de la empresa Freire, pasó a ser asumida por la línea 6 de los buses urbanos, una de las más concurridas de la ciudad. A los habituales pasajeros de la ruta que une Os Tilos con San Marcos, ahora se suman los residentes de Lavacolla y los turistas, que cada vez se animan más a visitar la ciudad. Con el incremento de vuelos y coincidiendo con las llegadas, el bus suele bajar lleno ya desde la terminal aeroportuaria. El resultado: quejas de los vecinos y de los visitantes.

Claudia es usuaria frecuente de la línea 6 de bus. Gracias a ella, puede trasladarse desde San Marcos al centro para estudiar. Pero desde hace unas semanas, el trayecto se complica: «Ahora se está notando mucha más gente en el bus, y cuando viene del aeropuerto, suele estar lleno».

«Si viene lleno, nos deja aquí», comenta Julia en una de las paradas de San Marcos. La ruta, que va desde el aeropuerto hasta Os Tilos -y viceversa-, es utilizada por gente que acude a la Plaza de Abastos, al centro o a O Castiñeiriño. Con las restricciones de la pandemia, las plazas del vehículo se ven reducidas, pero por el contrario, el número de pasajeros de la línea crece cada día. Julia explica que ha visto como en algunas ocasiones «muchas sillas de bebés no pueden entrar», y que esta ruta «es la manera que tenemos de bajar al centro». Recalca que no están en contra de los vecinos de Lavacolla: «Solo pedimos que vuelva la línea antigua del aeropuerto».

Por su parte, María Jesús asegura que aunque no es usuaria frecuente de esta línea de bus: «Quedei fóra unha vez en Pontepedriña». Matiza que no fue la única, «porque á miña sobriña pasoulle o mesmo», y añade que «ao mellor estás vinte minutos esperando ao bus, e déixante fóra porque xa está cheo».

Al entrar en el bus, la apariencia es caótica. El vehículo no cuenta con un espacio específico para guardar las maletas, por lo que estas se reparten entre el pasillo y algunos asientos. Pero no es el único obstáculo para los turistas. En las últimas filas, Maricarmen, que viene desde Gran Canaria, pregunta cuál es la parada más próxima a la estación de tren y cuántas faltan hasta llegar a ella. Al no existir indicaciones de «ningún tipo», la incertidumbre y los interrogantes invaden a los pasajeros.

Juan, que es de Santiago pero que ahora visita la ciudad para disfrutar de sus vacaciones, comenta, mientras sujeta su equipaje para que no se caiga, que tanto a él como a su pareja les resultó muy complicado saber en el aeropuerto qué autobús debían coger para ir al centro. «Esto es un servicio tercermundista», objeta.

Rosaura, que vino de A Coruña por la mañana, explica que su primer trayecto desde la estación de tren al aeropuerto le llevó más de cincuenta minutos, y que con el de vuelta no corre mejor suerte: «Ya tuve que retrasar el tren». Con una ruta que en total tiene cuarenta paradas, los turistas acaban bromeando: «Nos recorremos Santiago ya en el bus».